COMO UNA ESPERA.
No ha llegado la hora del café, no ha llegado Pablo a sentarse conmigo en el banco más serio de la plaza para conversar sobre las consecuencias de la honestidad; han llegado, sin embargo, los niños atraídos por el calor y se han puesto a gritar felicidad corriendo sobre las baldosas grises que escupen la bulla. He pensado en marcharme y esperar detrás de la acacia a que la tarde se cayera del todo pero la sombra de la acacia estaba ocupada por el silencio y me pareció poco decente esperar a Pablo para conversar sobre honestidades a la sombra de un árbol en silencio, no me gustan las esperas a medio golpe, prefiero esperar un rato largo para echar encima de la espera todo el olor del café, la sombra de los niños y la bulla de la acacia y quedarme mucho más satisfecho por haber contribuido otro poco a la ligereza de la vida.
Ramón Llanes.
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