RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 2 de febrero de 2019

LAS CIUDADES SON LIBROS


LAS CIUDADES SON LIBROS

 

 

         El sábado fue de festín andariego por esta Onuba humilde y cálida que nos envuelve la estrategia del vivir de una manera tan subyugante como tierna, que más que ciudad parece cuna acogedora, que está siempre abierta para nosotros y nos tributa la calma y nos enciende sus luces de la mañana poniendo cada brillo en cada esquina, cada esquina en cada brillo; y se empina para solucionarnos la altura y se tiende para enseñarnos los bajos y se presta a las tonalidades y los juegos que nosotros requiramos. Esta, mi ciudad, mi Onuba tranquila, mi mecedora y mi tambor, mi sueño y mi estampa, esta mi ciudad con tantos reflejos de tantas gentes que me gustan, esta ciudad es la que admiro, adoro y me emociona.

         Cuando el sábado dijo aquello de veintinueve grados, siguiendo la consigna metafórica de Quintín Cabrera de “las ciudades son libros que se leen con los pies”, me hundí en los huesos corpulentos de mi ciudad y me dediqué mis horas a leerla con los pies, a manosearla con mil miradas, a intentar detenerla en la claridad del tiempo, para que fuera solo mía en el matinal de mi hedonismo.

         Y la ví de cerca, la distinguí en los geranios de la calle botica y en las suculencia de sus bellezas; Onuba es una conspiración religiosa y es, como no, un enjambre de luces; olía a café recién hecho, sonaba el agua de la fuente, Colón miraba hacia su horizonte, las palomas buscaban el continuo tonteo de su picar, el cielo era un mantel subido de azul y los colores masticaban las ensoñaciones del paseante. En mi festín conocí los pensamientos ocultos de mi ciudad Onuba, alguien me contó su amor, las plazas me contaron su armonía, el silencio me contó su bulla, las páginas en blanco me contaron su  ansiedad. Todo en mi ciudad fue golosina en la mañana del sábado.

         En la misión de observador me acompañaron manos ardientes y cámara de fotos al uso; luego de acabar me supe menos distraído, más amante de esta ciudad que me atrae, me sustenta y me deleita hasta colmarme en sentimientos y afecto. Mi propia apetencia querrá volver a hacerlo.

 

 

 
         RAMÓN LLANES

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