UN
EXTRAÑO, EN CASA.
Nunca diré
que Alberto se destaque por su irresponsabilidad o incoherencia, lo
trato desde siempre y me gustan sus maneras, su educación y su
estilo. Eso sí, vive enfrascado en un mundo tan real que a veces
asusta, vive acomodado tan típicamente al consumismo, tan pegado al
televisor que logró hacer de sus cuatro hijos unos verdaderos
expertos en trivialidades y monsergas de esas que abundan y que hacen
y componen una existencia cada vez más inútil.
El mayor de
los hijos sabe de memoria todas las canciones de Navajita Plateá,
conoce los más íntimos secretos del grupo, sabe de las fechas de
sus conciertos, del color del pelo de las novias de éstos, el signo
del Zodíaco y un sinfín de datos más como para rellenar una
enciclopedia o una antología del disparate. Es verdad, cosas
insospechadas, como el color de la ropa interior, las comidas que no
les gustan etc. Y más sorprendente es su hija Marta que domina la
prensa “tonta” o “del corazón” con especial maravilla. Mar
Flores parece que forma parte de la familia, Carolina de Mónaco es
ídolo y diosa dentro de casa, Alejandro Sanz (ahora llamado el
traidor por su reciente boda), preside todos los rincones de
habitaciones, escaleras, cocina y hasta despensa; y Marta sabe de él
muchas cosas que él mismo ignora, se jacta de ello y con enorme
razón.
El hogar,
dicho así, huele a templo de fama porque la esposa de Alberto a sus
54 años, rubia y recién enlutada, se bebe los humos y lo que sea
por Lola Flores, Pantoja, Jurado o cualquier folclórica al uso que
se ponga por medio. Es curioso verla delante de la pantalla, se
permite piropearlas, gritarles y hasta besarlas, sin vergüenza ni
decoro. Imita, la esposa, las coplas de las susodichas, domina las
vidas ajenas, opina e incluso les escribe dándoles consejos sobre la
boda, la separación, el traje fucsia que no le pega o la última
canción que le hizo llorar. Un dechado de perfección, una mujer de
esas de bata de guatiné y zapatillas, rulos y olor a sudor viejo que
no es ideal para Alberto que es más fino que mandado hacer.
El resto de
la familia, con suegra y gato, por el estilo, sin merecer que nos
paremos en detalles, que ya están ellas para cotillearlos. Son
buenos todos, pero quizá sepan demasiado, o quizá presten demasiada
atención a lo ajeno que a ellos les parece lo más natural y lo más
lógico. !Qué ilusión que se ha casado fulanita y estuve toda la
mañana pegada al tele!.
Cosas en fin
de la convivencia diaria que hacen de la vida un motivo más para
vivir, entretenerse, discutir, conocer, saber, o simplemente perderse
en necedades que solo conducen al descuido, a juzgar por la familia
de Alberto que lo ignora hasta el punto de desconocer, por ejemplo,
que éste, desde hace ocho años es homosexual y convive con su
pareja, cuando se le permite, y conforman una convivencia de
auténtico lujo. Paradojas de la propia vida cuando se es un extraño
en casa.
Ramón Llanes.
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