Detalles inesperados
La tarde era todo abril en formas, el traje de la luz contenía esa
seducción extraña que quizá solo guste a los románticos, los versos estaban a punto de aparecer, el lugar era febril y pulcro, con limusinas
humanas que presidían el fastuoso ocre de las sillas; se esperaba sencillamente a la palabra, todo se había dispuesto para el culto de la palabra.
Aquel rato duró más rato, hizo la mella lírica en las conciencias, se hizo
mucho más rato Paz entera incluso empezando a mezclarse poemas con
músicas, jardín que contenía una vida inédita en la silueta dócil del
páramo de bellas vistas de pinares y humedales cercanos, de gentes de
sur, de emblemas tiernos que insinuaban una explosión de emociones.
La totalidad de los sueños se fundieron en un solo sueño, las ochenta
almas pensaron en Paz con largura y el sentimiento de seguir trabajando por ella se escribió en todas las memorias. Más arriba la acera guardó
el vehículo de tránsito con sabiduría y utilidad. Cuando el poeta dió por
cerrada la noche de los versos para volver al origen material de la vida
encontró prendida en el parabrisas una nota en papel con letra grande
que surgía de lo más inesperado de la sorpresa: VIVA LA POESÍA,
indicó la reseña, que se ilustraba con una pequeña sonrisa dibujada en
pocos trazos. Quizá, otra vez, mereciera el universo un tiempo de poemas cultivadores de Paz.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE)
11 Abril 2014
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