RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 8 de octubre de 2017

EL ESPEJO


El espejo


Lo hacía a diario, todas las mañanas. Una luz del sur se le colaba transparente por el hueco largo del ventanuco y le iluminaba el espejo para poder mirarse a placer, con una coquetería única solo en los momentos de intimidad; el espejo y ella, los dos, quietos, mirándose en un denso tiempo de complacencia, gustándose y sonriéndose en la loca complicidad, ambos, altivos, sobrados de halagos, quietos, aguantando la escena, amarrándola a la luz del sur, los dos, en un deseo de integrarse, en una seducción comprometida.
El diario fue obsesión, para los dos, para ella como imagen, para el espejo como observador. Luego, todos los días muchas veces, todas las veces, el espejo esperaba la imagen, ella esperaba ser observada. No se veía, no se miraba, el pensamiento era una obsesión por ser observada en la mínima distancia que separa la realidad de lo imposible. Todos los días, a todas las horas, los dos, en la creencia placentera de la luz, los dos, quedaban absortos, sin miedo a defraudarse. En los comienzos, ella, sonreía, luego, sin decisión previa, se necesitaba en el espejo; su encanto diario se iniciaba en el ritual de su mirada.
El tres de enero no entró la luz del sur por la ventana, la niebla le pudo; ella se miró veces y veces hasta no encontrarse, el espejo no consentía imagen alguna, el espejo dejó de observar, parecía una cita a ciegas, así muchas veces, todo el día de aquel tres de enero, frío, intratable. No se echó a la calle, no consiguió su cura de orgullo y pre rió dormirse de nuevo en su columpio de inseguridades. Y cada poco tiempo se asomaba descon ada a la luz del espejo, sin éxito; éste, recubierto de niebla, no le re ejaba en su dominio. Y lloraba, con impotencia, con rabia.
Los días siguientes el espejo permaneció inmune al desconsuelo hasta diez mañanas más. En el undécimo trago, ella compareció ante el espejo con talla de humildad, limpió de un trazo manual la niebla y el espejo le inyectó en su imagen la imagen de un gato. Todo el día estuvo el gato en el interior del espejo, en el interior de ella, soportando pensamientos, imaginando ideas, maldiciendo. Al día siguiente el espejo le enseñó la cara de una vieja mujer llena de tristeza, con una sonrisa; aquella mirada ja de la mujer le desorientó y no fue capaz de descifrar el enigma. El espejo quería decirle algo que ella no comprendía y se mordió los ojos de desencanto. 


Ramón Llanes. (SECUENCIAS DEL MÁS ADENTRO)

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