RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 18 de febrero de 2018

PANORAMAS. (Manuel M. De Soto)


De Soto Vázquez, Manuel María.
Paymogo. 1878. Huelva, 1917
PANORAMAS

Allá hacia el Norte, como atalayas gigantescas, desvanecidas sus figuras por las brumas de la tarde, taladran el espacio los escorzos grises del Morante, de la Peña, del Andévalo, las Sierras de Tharsis, los Silos de Calañas, de cúpricas entrañas y duros lomos. Más lejos aún, como bocetos esfumados sobre el añil de un cielo crepuscular, los prietos crestones de la Sierra de Santa Bárbara y Ficalho, entre cuyas rápidas vertientes se desliza impetuoso el Chanza, de quebrado curso, separando dos pueblos hermanos, fertilizando con sus turbias aguas la discordia secular que allá en la noche de los tiempos tuvieran los hijos de los reyes, legando como herencia a entrambos pueblos sus odios fratricidas y malditos.
Bajo mis pies, Conquero, con sus cabezos de argamasa de bermellón y almagre a ratos, de oro y esmeralda a veces, de rara estructura siempre, como si fueran los montones de barro que amasaran los Cíclopes de la fábula para escalar los cielos y que al morir los Cíclopes secó el sol, dejando prisioneros fósiles y arenas venidas de quién sabe dónde, que el viento más tarde sembró de semillas y gérmenes y fecundó la lluvia, adornándose, en fin, para su gala, con plantas de todos los colores y flores de todos los matices, entre las que emergen aquí y allá, salpicadas entre el follaje, casitas blancas y risueñas con guirnaldas de parrales y alfombras esmaltadas y polícromas.
Bajo la diurna marcha del astro rey, la planicie inmensa, la campiña ubérrima y jocunda, con sus rastrojales agostados y sus viñedos verdegueantes; los pueblos ribereños del Tinto y del Odiel, Corrales y Aljaraque, de árabes recuerdos, San Juan del Puerto y Moguer, Palos y la Rábida, con sus tradiciones y sus glorias imperecederas, que recuerda el monumento más antiestético e insípido de cuantos en el mundo hay; la famosa isla de Saltés, de fenicias remembranzas, en cuyas riberas se abrazan los dos ríos, que ofrecen su regazo a la ciudad fabril y codiciosa, la hembra de los esteros, la custodia de mar y tierra, la de profético escudo, que se agita y estremece bajo la clámide inmensa de su cielo pálido, la antigua Onuba pesquera, la nueva Huelva industriosa y remozada; y allá en el fondo, al Sur, como una lejanía augusta, el mar sin término ni límite, infinito, magnífico y solemne.

De la Antología HUELVA ES VERSO







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