VERSOS
AL OÍDO DE LA CALLE
En el orden frío de enero,
pausado el deber de andar, abierto el ánimo de vivir, alguien me acerca a su
voz mi oído que uso para la calle y sin mediar dintingos ni explicación
razonable me recita el soneto 23 de Garcilaso de la Vega como si me estuviera
haciendo cómplice de otra manera de aceptarme; me salvó la poesía -me dice- me
hubiera perdido en algún infierno, ahora conozco la épica que me influye en lo
sonoro de la espiritualidad, soy libertad fermentada de locura. Volvió a su
tránsito de calle dejándome la quietud de sus últimas palabras dictadas desde
su memoria con música endecasílaba de Garcilaso y no me atrevo de comparar ese
momento con la importancia de la creación del mundo porque estaría disminuyendo
la ternura.
SONETO XXIII
Garcilaso de la Vega.
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
Ramón Llanes. 26.01.2025
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