LA TARDE DEL SÁBADO.
Pudo parecer un susurro
del tiempo que obligara la parada de los versos en la culminación de
un sábado con sol grande en la gratitud honrosa de anfitriones de
almas o pudo parecer que Begoña celebrara por enésima vez su
estancia cálida en la entrega tan constante de la Paz o pudo ser que
Pedro Javier preparara con el cuidado tierno de sus maneras
acogedoras la entrega de sus ventanas abiertas al mundo lírico que
tanto ama. También pudo ser el casual encuentro nunca predicho en el
protocolo de los ritos, sin el orden impuesto para la actuación y
con cara especial de sosiego para el asunto. Pudo haber sido un
regalo insinuante de hados con rima en consonante que pasaran por la
dehesa de aquellos parajes de ensueño. O quizá fuera el último
suspiro perdido de un dios “potrillo” , llamado ternura, que a
bien quisiera premiar la seña de bondad de los invitados.
Pero fue solo sábado
para unos pocos, esos pocos que corrieron al lar abierto de los
amantes Begoña y Pedro Javier, que esperaban con el manjar de sus
agasajos en los ojos. Fue el recibimiento la primera mueca de agrado,
vinieron los abrazos, la sombra deseada, el paisaje con vistas, la
suerte echada de la concordia, las recetas de paz en los asientos;
fue día de probanzas de alimentos que las manos poetas habían
puesto en el mantel ameno: las habas, la tortilla, las aceitunas, el
raro queso de Luis, el chorizo, la cara siempre alegre y pura de Ana,
el silencio de Antonio, el humor desprevenido de Juan Palacios, el
chiste sereno de Rivero, la risa encariñada de Santi, la tarta con
sonrisas de Pepa, las ganas de estancia de Paqui, la delicadeza
musical de Bárbara, la constancia de Ana Díaz con su misión
grabadora y atenta, la gracia de Manuela, las atenciones y ayudas de
Juan, las papas aliñás tan exquisitas de Charo, la disposición de
Inés, la nota poético-humorística de Rafa, la luz tan pendiente de
nosotros, Miguela en su mundo de prudencias. Importaría poco que no
hubiera sido sábado y hubiera podido ser otra marea pero se hizo así
de añil el elenco hasta para que estuviera Juli con su perfecta
compostura y su saber degustar y que viniera Jesús desde la Palma a
hacerle miradas especiales a ella, para que Ramón se hiciera el
chistoso y el cantor, que Begoña nos pareciera un ángel de
excelencias y que Pedro nos compusiera con la entrega y el trato uno
de sus mejores poemas de calor. No cabían más buenas sensaciones en
una tarde de sábado.
Ramón Llanes 8 de abril
2016, en casa de Begoña y Pedro Javier.
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