RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 6 de junio de 2016

EL HOMBRE DE ALMOHARÍN

 

EL HOMBRE DE ALMOHARÍN

Traigo su estracto de vida ahora que le llega la muerte, para más recordarle.




A medio tiempo entre conversación y sosiego, me cuenta Bartolomé su andanza vieja y me hace entrar en sus recuerdos; llegó a otro lugar que no era el suyo cuando apenas los años le apretaban las piernas y los horizontes se le hacían largos como la esperanza; llegó a poner su música en otra parte, a contar atardeceres desde la arena, a volcarse en un paisaje nuevo y febril. Y se puso pinturero hasta enamorarse y en este lar cálido cumplió sus hazañas, calculó su descendencia por cuatro veces y forjó anhelos para los suyos.
Bartolomé nació en Almoharín y muchos son los días en que le aparece su nacencia extremeña; me habla con su acento, aún intacto, su modal sereno, su humor de secano, su estampa de elegancia, su risa, su indiferencia por casi nada. Pregunto si ha llegado, cursando mi broma del aperitivo, y me recibe burlón y tierno. Y, juntos, le ponemos cada día mística de manzanilla a la vida.
Desea Bartolomé mucho más que cumplir años, tiene un ideario de cercanía que le implica inventar pensamiento itinerante para seguir buscando y encontrando a todos los suyos; a quienes se quedaron, a quienes se fueron, a quienes aún conservan la nobleza de su cruz de estirpe en el anagrama de su identidad. Indaga y realza su esfuerzo hasta unir lo perdido y empalmar sus sueños completos aquí al lado de este mar ya suyo, sin consentir siquiera un minuto de olvido de su pueblo, a sus higuerales y a sus frutos.
Bartolomé Cruz tiene estímulos de entusiasmos y constante alma para todos sus empeños y sigue espulgando en su hemiciclo del tiempo empeñado en encontrar las huellas de los suyos, quizá para fundirles con abrazos.



Ramón Llanes. 10.1.2012

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