AYER Y
MAÑANA.
Me pregunto qué será del ayer vivido con
intensidad y qué también del ayer maldito que trajo consecuencias nefastas a
nuestra vida; a dónde irán las ilusiones no cumplidas y los deseos rotos, a
dónde la fuerza que pusimos a las emociones y el amor que fuimos derramando;
¿quedará todo en un cajón sin fondo ni
constancia?, ¿ se irán los suspiros a un aire sin límite?, ¿algo tendrá
eco y constituirá resorte o estela para la memoria?. No sé, no sé.
Me pregunto qué idearemos para el mañana,
para seguir superviviendo a los envites, para consolidar la estampa de
creencias que fueron referencias concretas de nuestra misión; qué vestido le
pondremos a nuestros huesos, qué cristal a nuestros ojos para que sigan mirando
las cosas, los objetos, las personas; qué brillo le daremos a un cansancio o
qué bálsamo a un sosiego, qué de buen
hacer seremos capaces de diseñar para ese mañana incierto y provocador
que nos sopla el cuello, qué de miserable o generoso será nuestro corazón
pasados los años y a la vista del futuro posible. No sé, no sé.
Me conformo con ser un presente ajustado
al troquel, una pieza más de la esperanza, una rosa en un jardín silvestre, una
voz del silencio, un esqueleto sin autopsia. O me conformo con ser el
pensamiento retorcido de un odio inolvidable, o un condenado a la reencarnación
del lobo, o un preso con la condicional para toda la vida, o un imbécil que
trata de convencer de su inteligencia, o un inteligente que se dedica a
prostituir paisajes. Tampoco sé.
Doy un paso en el presente y me encuentro
en el mañana, recuerdo mis horas de niño y estoy en el ayer; ¿a quién
pertenezco?. Si doy un grito rompo un silencio, si escribo me desnudo, si hago
una foto inmortalizo un paisaje, si pienso creo una idea, si amo tengo
emociones y si me voy certifico que estuve; ¿qué hago?.
Quiero hacer una foto, escribir un poema,
solicitar un paisaje para mi ventana, amar, seguir amando; todo sin romper el
presente, sin alterar el ayer, sin molestar el mañana. Atentamente.
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