RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 20 de abril de 2014

LA CULPA DE LOS DÍAS


LA CULPA DE LOS DÍAS.

De pronto el eufemismo nos ha llevado a un alentador otero desde donde los musgos parecen secos y florecientes las flores a pesar de su estado de hibernación; donde el mundo ha dejado de ser un caos y se observa primacía del bienestar. Y solo porque se abrió un tiempo distinto, solo un día más, un calendario menos, posiblemente una razón para deducir que no son culpables los días de nuestra efervescencia o de nuestra inmunidad. El tiempo es el mismo, nosotros intentamos cambiar, por la moda, por la solidaridad a un extraño perjuicio que nos inquieta de soslayo.
Hemos formulado un pacto tácito con la envoltura de la piel, nos jugamos mucho en la refriega con nosotros mismos. Una mayoría no entiende que cumplamos con capacidad para ordenar este enjambre de vencidos y otra mayoría menor no acepta que tengamos que cambiar la colmena de sitio o de tiempo. Allá cada cual con su diagnóstico y con sus agallas.
Nos vendrán horas, días completos, que parecerán siglos en un mismo año de luz; y tendremos, -aseguran los soñadores- espacios para detener contiendas y paciencia para asentar principios. Podrán no tener razón pero se aprestan al juego de las mejorías, que peor –dicen- no cabe. Y pronostican, estos enfermizos de su verdad, sorpresas a tener en cuenta. Han escrito que el calendario no importa, que no colabora, que no hace vida, que somos nosotros los escribientes de nuestra solvencia, que será como nosotros queramos que sea, que los milagrosos somos nosotros, que los detractores somos nosotros, que somos nosotros el personal para la basura y para la excelencia; e insisten, que no quedan alternativas.
Todo esto nos sonará a canción sabida, a música celestial que se repite en clara decadencia, con filtros sucios y altavoz sin estéreo, cada ciclo. Hacer siempre es llamativo, más que soportar, más que el silencio. Prestar un apoyo y colaborar a enderezar esta virtud no conlleva una pérdida de don preciado alguno que guardemos para ocasión mejor; si la constancia sirve y sirven las ideas y es válida la disciplina, sirvamos nosotros –dicen- a esta deseada causa.

Ramón Llanes. 4.1.14. 

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