AQUELLOS QUE VENDRÁN
A los devotos de
Piedras Albas.
Es
nuestro tiempo un eco de resultados favorables que nos regala la vida pero
nosotros nos iremos al Prado de Osma eterno alguna vez, -sea más pronto o con
más demora- y desapareceremos de la inercia propia del “avío”, del trato, del arriendo,
de las cábalas para el Pendón, del traje de la niña, del caballo, de la copla,
de las devociones y de la convivencia; seremos recuerdo, quizá recuerdo amable
pero recuerdo al fin y al cabo, con eso debemos conformarnos.
Mas
no quedará desierta la devoción ni despavoridas las emociones cuando esto de
irnos haya sucedido, que vendrán agallas nuevas, jinetes con estilo, mujeres de
postín, niños con fuerzas, cirochos con arte y vendrán jacas y Osma parecerá
otra y El Almendro será más sublime aún y Castillejos será más inmenso aún y
las costumbres se mantendrán y los ritos seguirán nuestras huellas y las caras
serán distintas pero parecidas y el fervor aumentará pero con la misma
tendencia de entrega. Todo será nuevo pero similar a la vez, como se parecen
los hijos a los padres y las hijas a las madres se parecerán Las Pascuas a esta
vida nuestra que ahora enjaretamos a nuestro entusiasmo pero que un día
dejaremos por el imperativo de la existencia.
Hay
madera, existe un profundo sentimiento de pertenencia que hace inquebrantable e
indeleble esta identitaria liturgia que otros seres humanos anteriores a
nosotros diseñaron desde un apego grande a la tierra y desde el más cuidado
respeto a la tradición devocional. Que nosotros sigamos empeñados en engrandecerla
es la labor y que aquellos otros que vendrán más tarde y de quienes aún
desconocemos gestos, actitudes y nombres serán fieles herederos de un
patrimonio espiritual rico, exuberante y amado. Así son las cosas de por aquí,
con esa noble grandeza que la sencillez otorga. ¡Qué privilegio el nuestro!.
Ramón
Llanes. Revista 2019
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