RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 15 de abril de 2019

EL CIROCHO

 
EL  CIROCHO.
 
Un sonsonete bucólico de tamboril y flauta acompasa los movimientos impulsivos de giros graciosos, de pasos que avanzan y retroceden en danza contagiosa...es el cirocho. Serena el alma de los mayores en una oración de calma, en un reto a la vida para poder seguir, para renacer, para resucitar, para andar a fuego rápido los tránsitos de piedralbero...es el cirocho. Templa el paso de los caballos en una rutina de predestinación digna de encomio...es el cirocho. Es el cirocho quien describe el despertar de los más pequeños en mañanas de viveza y compostura inquieta, es el cirocho quien entretiene al niño, allá en su morada de Osma, es el cirocho la culpa, la razón, la idea.
A cirochos han de oler las casas santas de los pueblos nuestros, amigados por la solidaridad de la Madre y a cirochos las espuelas, los tejados, las calamidades pequeñas y a cirochos los cantares. No quedará en calle ni “legío” puerta o matorral que se presten a una indiferencia de cirochos porque  todo el ámbito ha consumido el tiempo necesario para estar ahora y pronto acechando la misión del niño en la danza, el cirocho fiel que nunca falta, que siempre adora.
Se han levantado las sombras de una tarde sin prisas, están los regajos como abiertos a las aguas y, si es que llueve, llevarán los barrancos miles de olores  entre la bracería y los colmados y los potros sabrán relinchar en el mismo rito, como actores en la suculencia teatral de esta notoria calidad de cirochos pregonando sencillamente la fe.
Ya nada falta para la gloria que los comensales de la vida se han dormido en los senos cálidos de Osma, ermita y espadaña se entrenan en carantoñas y Piedras Albas viene al lugar del corazón con cada uno y le insinúa el sonsonete bucólico del cirocho.
 
 
                                           José Manuel Rodriguez Gómez.

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