COBRAR POR VIVIR
Los pensamientos son animales salvajes que pueblan las llanuras de la mente, aparecen a su capricho, andan con libertad y recorren nuestras intimidades como si fueran su propia casa, que quizá lo sean. Unos se me amontonaron en un pronto de descuido planteando a mi conciencia una idea del poder del ser humano para exigir un tributo por habitar en la sociedad y por darle el calor y la confortabilidad necesarios para su hegemonía. Imponer una servidumbre más a los sistemas naturales que dirigen esta voluminosa esfera terrestre. Y cobrar por vivir.
Al rato de nacer en la alacena del cerebro este fanático pensamiento vinieron de otro lado a contradecir el fundamento de aquel, a reprocharle su materialismo e intentar convencerle del espíritu filantrópico que preside el mundo en cuanto al hacer en la vida. Que cada ser recibe un premio diario por vivir con el regalo del sol, del aire, de la naturaleza, del perfume, de la procreación, de los puentes, del agua, del viento y de las convivencias. Que si todo no fuera suficiente como para llegar al convencimiento tal vez valiera a este osado pensamiento advertirle que ya el universo premia en suficiencia con otorgar la infinita grandeza del amor.
Me vine, los dejé con el debate y no supe quién impuso su criterio pero ciertamente ahora no soy capaz de inclinarme hacia una u otra postura. En fin, voy a lo mío que es vivir.
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