DICEN DE TÍ.
He oído hablar de tí en las horas tardías, las mujeres no prestaron atención a los insultos, los hombres te pronunciaron cobarde, inmisericorde y falaz en diez ocasiones y tuvieron a mano un soplo de reprobación porque eres quien gobierna sin gobernar, quien manda sin establecer normas, quien pasea por los bigotes de los necios con un aire de gallardía que no te corresponde; los hombres dicen de tí cuanto escriben en su alegoría de ineptitud, te desconsideran, te tienen por malvado y desleal, te describen como un aprovechado de la sinvergonzonería general de tu caudillaje.
Dicen de tí los viejos, que has llegado por una extraña fe no comprobada, que no tienes la decencia en la ética y que pierdes adeptos porque estás en la más oscura lejanía de la realidad de los demás. Y hasta los niños del colegio concertado dicen verdades de tí, de cuanto mal hiciste, de cuanto no saludas, de cuanto mermas la felicidad de los otros, de cuanto desatiendes. Se atrevieron a despejarte el foro de quienes un día te pusieron en el cargo y llegaron a distribuir anécdotas de mal talante, de malhumorado, de estúpido que juega a enseñar las joyas en las caras tristes de los indigentes.
Dicen tanto de tí que nos fuimos corriendo a interesarnos por tu nombre. En letras negras, con titulaciones en negro saíno y escrito en salmodia de templo caduco, con todo el boato, con la temperatura a todo lujo, la ilustración en latín viejo, las grecas en oro perfilado y las cornucopias en brillos recién hecho, con toda la vulgaridad de un rico en decadencia, preguntamos tu nombre que nadie sabía, tus orígenes que nadie conocía, tu casa que nadie encontraba, tus teorías que estaban escritas en letras sin sentido; no dimos con tu verdad y volvimos a nuestro espacio a descreer de tí cuanto nos enseñaron y a creer de ti cuanto dicen quienes nunca te vieron. Habíamos librado una confusión con un fantasma o acaso con dios.
Ramón Llanes
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