RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 13 de octubre de 2013

PREGÓN A PIEDRAS ALBAS




Santísima Madre de Piedras Albas:

Han llamado las campanas a la gloria,
a esta gloria de venir y estar contigo,
a esta gloria de mirarte,
a este Osma que es memoria
y estandarte,
a los códigos secretos que nos guían,
a la paz, al contraste,
al descanso, a la emoción, al rezo,
a la deseada compañía.
Al vivir, que nos conmueve,
a la Pascua amorosa de la vida,
donde dos pueblos nacen
y miles de miradas resuelven
causas pedidas.
Estás en plenitud del Alba,
el camarín te quiere,
te besa el agua,
te ensalza el tiempo,
te alegra gozosamente
esta nutrida esperanza
que es pandemia en sentimiento
y es sentimiento del alma.
Estás de Madre,
de Madre despierta y deseada,
de Madre no gastada por los vientos
o por los vientos más amada.
Estás en ellos,
dos pueblos, dos semblanzas,
dos enjambres, dos torrentes, dos cascadas,
muchos ellos, de aquí, de allá,
de senderos, de caprichos, de besanas,
de pasiones, de piedra, de verdad.
de ayer, de hoy, de mañana.
Gentes que se acercan
al oír el repique de campanas,
gentes como tú tamborilero,
gentes de cirocho y alpargata,
gentes mayordomos,
obreros del panal
de esta templanza,
gentes como un hombre
que no canta,
o gentes como un niño
que no calla.
Gentes de todas las maneras,
de todas las canciones,
de todos los silencios.


Gentes como tú, que amas,
como tú que esperas
como tú que abrazas,
como tú que has soñado
un Pendón y ya lo tienes
y le has ganado la suerte
a tu constancia.



Comparezco para postrar mi fidelidad a la Ilustre Hermandad de esta Santísima Virgen de Piedras Albas, ahora dirigida por mi amiga Caty quien ejercerá este privilegio con capacidad y garantía.
Comparezco para advertir mi admiración a los 29 mayordomos que conforman este elenco de devociones solo unidos por la amistad y por la fe cómplice con Ella, la Madre.
Comparezco para prestar atención a todas las Hermandades que se acercan a compartir esta felicidad.
Comparezco, entrando por El Almendro, llegando a Castillejos, para deleitarme con los hombres, con las mujeres, con los niños, con las callejas, con las esquinas, con la historia de cada uno de ellos y de todos juntos, a quienes debo mi gratitud por tanto afecto recibido.






Diré que fue ayer, que era doce de abril de mil novecientos noventa y dos, cuando me concedieron por vez primera mi condición de Pregonero de Piedras Albas. Fue ayer, parece que solo fue ayer, porque algunos de los miembros de aquella Junta también lo son ahora, nos falta Juan Martín (el del refino), un hombre de solidaridad y entrega, un hombre de buena voluntad que seguirá presidiendo todas las Juntas que se compongan en los cielos o donde sea. Y otros muchos ejemplares de esta tierra que pusieron su notoriedad al servicio de la convivencia. Para ellos, para todos ellos, mi máximo respeto y mi recuerdo.

Mi amigo José Manuel, ya lo habrán notado, dice de mí cosas llenas de esplendor y cosas del alma. Así somos, así nos queremos desde hace tantos años como treinta y siete. Y con ese mismo abrazo hemos perseguido juntos a la vida, unas veces en la complacencia, otras en el dolor, pero siempre desde la dulce complicidad de entendernos. Ambos nos tenemos reservado un lugar preferente y único en todas nuestras entrañas.
También a él debo mi vivencia del 1998. Aquella Pascua las mujeres se acercaron más que nunca a la Virgen en la Cruz del Calvario y se erigió la Mayordomía que experimenté desde tan cerquita como ellos mismos.
Vivimos la preparación, el primer toque de la campana, los sollozos, las emociones, y recuerdo muchas anécdotas que forman parte de mi mejor bagaje como hombre y de mi amor a esta bendita tierra y a esta bendita gente. Ellos fueron quienes (a mi mujer y a mi) nos montaron en su privilegio y nos confortaron con la ternura que la gente de por aquí sabe poner en cada amistad. Ahora, después de diez años, también ellos, Pepe Carrascal y Paqui, Quico y Cristo, José Manuel y Antonia, Manolo Paleta y María, Romualdo y Chari, Antonio Fuentes e Isabel, José Antonio “Terry” y Charo, Amalio y Pepita (que en paz descanse), Gasparín y Maribel, Barroso y Juani, Silvestre, Silvestre, Silvestre que no se fue, que se lo llevaron (que en paz descanse) y Pepi, también ellos son parte de mi tesoro. Y a ellos, me invita mi sentimiento, traerlos, con todo mi corazón, a este rincón agradecido.

De mí, diré, que mantengo la unidad activa de comportamiento y dedicación con cada menester y con cada ser humano de este sencillo emporio de arraigo y delicadeza que tantas veces llama a mis puertas y tantas veces llamo a la suya para seguir recibiendo el don apacible de su bondad, la generosa paciencia para enseñarme que otras generaciones fundieron genes y son desde entonces tres mundos convertidos en uno, El Almendro, Tharsis, Castillejos, una trilogía obligada que el tiempo se encargó de naturalizar.

Se nos advierten caras similares, léxico idéntico, las mismas maneras quizá de dar, de pedir, de entenderse. Y buenos ejemplos así han escrito una historia por aquí, otra por allá, transeúntes de la vida que han colocado bandera en cada mástil y han contribuido a reforzar los valores esenciales que salvan y enriquecen las convivencias y el estado de bienestar de los pueblos, solo compartiendo deberes o aportando riqueza económica, otra dinámica organizativa, otros aspectos más saludables en el comportamiento, otras fórmulas de comprender, otras razones para entenderse. Esa mezcla de experiencias que tanto engrandecen y distinguen a nuestras pequeñas sociedades y que en este caso, con esa trilogía, merecería un estudio más detenido para determinar los aspectos de ingerencia positiva que nos han proporcionado un carácter diferente a otros pero con mucho parecido entre nosotros.

Diré que no vine a decir mi Pregón, vine a poner en mi voz el Pregón contenido de todos los habitantes presentes y ausentes de estas tierras, a traducir en prosa o verso un deseo, una estampa, un presagio, una promesa, una intimidad. A dar luz a todos los sentimientos, a vuestros sentimientos, a vuestros únicos sentimientos, los más fuertes, los más sencillos, los escondidos, los difíciles, los ardientes, los calmados, los dichos, los osados, los perdidos.

Vuestros sentimientos metidos en esta cuadrícula de entusiasmos que con las ayudas del oficio, la serenidad y las confidencias pretendo entretejer para que sea un calco expresivo libre de mí y abundante en vosotros.
Comenzando por destacar quiénes habrán sido aquellos seres que llevaron a mi tierra el pálpito de esta o quiénes fueran aquellos que de allí mismo a ésta lo trajeran. Sabéis que han sido muchos, todos los que están inscritos en vuestra memoria y algunos otros presentes en los anales bondadosos de allá y que, por mi condición de ser vuestro ayudante en este Pregón, ayudé a traerlos con la inestimable capacidad de mi madre y de mi tío Valle. De ella por sus extraordinarias luces, aún perfectamente conservadas, de él por sus interminables juergas en pascuas y cuando no eran pascuas.

Llévales, me dicen, a Andresito “el gallego” que el tiempo de permanencia en Tharsis alcanzó tanta notoriedad como para ser nombrado, por aquellos entonces, alcalde pedáneo. Y su mujer, Paca “la valiente”, que hacía de todo lo que fuera trabajar. ¡Cuántos pregones a Piedras Albas y a su tierra escribirían así, de ese modo tan sencillo y tan noble!, como pregoneros de hacha y zoleta fueran los almendreros y castillejeros que alimentaran durante años los hornos de ladrillos de El empalme con la abundante “chamiza” de estos campos.

Tiempos de niñez de Gaspar el de Maestro Quico que acudiera como quien se desplazaba a su gloria a los raíles de el Empalme y aumentara su entusiasmo a costa de trenes que iban y venían con mineral e ilusiones mientras su tío Andrés y su tía Plácida encendían los amaneceres para iniciar la tarea.

Menos mal que el tiempo nos ha respetado este cuarto de la memoria con delicadeza y nos ha conservado en plenitud a este gigante Gaspar embajador del buen humor y mejor afecto a pesar de que un día lo arrancara del festín celestial de Osma y lo plantara en un centro alejado que él fue reduciendo al mínimo trayecto hasta que los cálculos para la ida y la vuelta fueren solo lo que tardara el pensamiento, un vuelo siempre abierto y perpetuado, siempre con el respeto a su ideario de lealtad. Este Gaspar, gigante de todas las cosas, no dejó pasar un día sin escribir su renglón pregonario tan lleno de sollozos como de nostalgia. La sorpresa del destino hace coincidir este recuerdo con la mayordomía de Juan Manuel, uno de los hijos de Gaspar y Juana, con ello se doblan los motivos de la emoción.
Y tantos otros aventureros como Antonio Martín y José el de la Romerilla y familias completas que gustaron del ejercicio del lugar hasta convertirse para ellos en pasto adorable. Por esas mismas lontananzas paseaba prestancia Ramón “el almendrero”, de la saga de “los cucharretos”, espiga inquebrantable del deber que dejara limpia y querida descendencia muy preservada en la mina.

Queden, en una ráfaga, puestos en este aire, los cotidianos pregones de esos hombres y esas mujeres. De quienes dormirán ahora el sueño necesario del descanso tan merecido y de quienes siguen custodiando, aquí o en Castilla, el paraíso de los pobres que no es más que la tierra nuestra en estado puro.
Recordaremos a Diego el de la Salva, un ser tremendamente inquieto que se saltaba los caminos entre los pueblos con su valiente y envolvedora querencia dejando un fandango o una risa en cada risco, en cada charco, en cada lumbre. En El Almendro vieran sus ojos la luz primera y en Tharsis la última luz; y mientras, una vida repartida en dos emociones, de aquí se llevó a su esposa María “La Pequena”, y allí dedicados a todo trabajo, los dos, como dos juncos firmes, con manos trabajadoras y cansancio escaso dedicaron sus esfuerzos a vivir entre dos sueños y entre dos realidades y bien que lo consiguieron. Aún nos queda María allí, para testimoniar este relato. También recordarán en El Almendro a Ramón y María “Cucharretos”, que saltaron la distancia desde aquí y vivieron en la mina su experiencia; siempre con el halago a su tierra en la boca; Ramón ya nos falta, María vive, con su disposición y su afecto. Francisca “La baratera”, que allí le decíamos “La castillejera”, simbolizaba toda la gracia y la simpatía que pueden darse en un mismo ser. Ese humor de aquí trasladado a los senos de una tierra con idiosincrasia gemela. Francisca era el humor completo, era la risa, era la sorpresa. Sus “golpes” los llevaba desde un carnaval hasta un duelo.
Buen recuerdo nos dejó. Y menos expresivo pero con humor socarrón su marido José María “Pisilla”, almendrero, hombre posiblemente más serio que la seriedad y divertido cuando se le trataba. Al final de su vida laboral fue sepulturero y aún le recuerdo contándole a los ausentes las delicias de su inacabable vicio por el tabaco.
Y la Curra, esa mujer alta y enjuta que también emigrara a las minas donde hiciera hogar y donde dejara siempre una buena palabra o una simpática ocurrencia. Ildefonso y Josefa “la castillejera”, anduvieron sus sendas de pallá con sus genes de pacá, hasta que casi todo fue lo mismo, allí quedó su generación como la de Digno Medero de quien recordaré su fama de buen hombre y mejor humor y Juana, su mujer, almendrera. Ahora, ya cerquita, Inés y Quequi, comparten vida con dos hombres de allí, Rafael y Clemente. Los cuatro son también parte de nuestra complacencia. Somos, en definitiva, vuestra prolongación biológica y espiritual.
Y para más merecer el honor que me otorga la voluntad de la Madre, asumiré convertirme voz también de mi estirpe materna para deshacer en halagos y alabanzas, en trizas de hilo viejo el pregón eterno de mi bisabuelo Antonio Domínguez, que en El Almendro tuvo el antojo de nacer, como en nuestros brazos de Tharsis el antojo de vivir hasta su último suspiro. Por él y por cuantas generaciones anteriores y posteriores han configurado y configurarán esta nuestra raza, pongo alma en espadañas y techos, “alpénderes” y caminos, correntías y solanas, hasta que de aquí se divulgue que somos en pertenencia y orgullo.
Todas estas personas, personajes muy queridos en aquellas lindes, junto a otras muchas que sería prolijo listar, son la causa de esa complicidad genética que nos une y que son razón esencial de nuestro orgulloso patrimonio, el patrimonio de la unión en carne y hueso de seres humanos que ya pertenecen a la mejor idea de nuestra privilegiada historia conjunta. Testigo he sido de sus pregones convertidos en genialidades, trabajo, empeño y amor a las dos tierras. Sus versos llevan entregas, sus vivas, palabras y silencios, sus recuerdos llevan siempre la emoción de la añoranza. Si pregonar es vivir el sentimiento y ejercerlo, ¡para qué más perejiles!.
Ellos fueron a Tharsis y otros muchos vinieron de allí e hicieron crecida y fortaleza por este mundo a donde nada les costó adaptarse por el buen acogimiento. La memoria me trae la figura de José Rodríguez, abuelo de mi amigo José Manuel, que naciera por allí junto a su hermano Manuel, cuando el padre de ellos, también Manuel, desarrollara su profesión de veterinario durante un tiempo por aquel entorno. Hace ya mucho de eso pero en asentamiento reciente ha sido el bueno de nuestro amigo Juan Martín Rapela quien ha continuado con esta tradición con la misma dignidad de engarce y convivencia que los anteriores. Buena sementera en los tres pueblos, buenas raíces y mejores descendientes que han cimentado la fusión espiritual que siempre será característica a destacar cuando tengamos que hablar de nosotros, de nosotros mismos. ¡Cuántos pregones habrán salido de sus bocas!, ¡cuántos se habrán guardado en la intimidad del alma!.

Nada ha sido en vano, con estas mezcolanzas de caracteres nos hemos enriquecido mutuamente y hemos aportado calidad al bienestar y refiero que en casi todas las personas nombradas se resalta el especial sentido del humor perfectamente transferido entre los tres pueblos. Fijemos que se nos ha quedado el vicio de parecernos, que es de suma importancia como para nombrarlo en un pregón en esta tierra de tanta categoría y raigambre. Puestos a observar hasta esa mijilla de dejadez y frescura es signo de herencia conservada que bien pudo partir de aquí hacia el rumbo minero. Se nos dejó una parte bien definida de la identidad que ahora nosotros preservamos con el mejor cuido.

Y el fascinante pregón activo de la ausencia, de la memoria de la ausencia, de esas desconocidas pasiones que se nos fueron con el olvido, de las sensibilidades que dejaron nuestros seres amados en el andar, en la imaginación, en la palabra. Creemos que ya no están, que los lazos se han roto por la inercia de los descuidos pero no es así, conservamos el parecido a ellos, en la barbilla, en los ojos, en el genio, en el sudor, en la manera de sentarnos. Son ellos, ellos mismos, nuestros pequeños dioses convertidos en nosotros. Y nosotros herederos de tanto germen antiguo e indeleble. Y fueron ellos quienes nos dejaron con la luz de esta tierra en los ojos, quienes nos enseñaron a respetarla y defenderla, quienes nos señalaron por primera vez la cara dulce de Piedras Albas.
Quienes nos pusieron la tortilla en el Prado de Osma y quienes nos restregaron miles de veces cómo hay que ser. Lo que somos les pertenece y lo que ellos fueron nos pertenece. El hilo de la vida sin romperse, la sangre sin derramarse, todo en orden, con el amor, con el respeto, con la conciencia. El glorioso y fascinante pregón de los ausentes, los seres que me cogieron las manos y me prestaron la sabiduría para hacer público hoy sus pensamientos.

El Pregón acólito y guardador de Juanita “la zapatera” viviendo siempre con el lazo de Ella, con los encajes; reservando su ropa del aire, sabiendo de las inclemencias y de los trastornos para mejor tener su cofrecillo de enseres de la Virgen en el lugar más recóndito y seguro de la casa. Adivinemos las palabras de Juanita acariciando el manto, adivinemos cada escalofrío manado de su piel. Sus pregones, todos sus pregones, silenciosos, íntimos, suyos.
Los pregones nunca dichos de Ernesto Feria, sus pregones callados como médico, como filósofo, como hombre, como padre, como piedralbero. Sus pregones líricos o sus pregones naturales. Un arsenal de palabras que se han ido con él o que se han quedado escritas en todos los gérmenes que alimentan eternamente el espíritu de esta tierra; a él tendremos que acudir siempre para un menester como el mío y nombrarle y dedicarle merecidos arrumacos.

Mi ofrenda la hago con uno de sus pensamientos referido a la poesía: “Y tú, oscura amada mía, ocupas la presidencia de esta muda asamblea de los deseos suplicantes” ,¡para quitarse el sombrero!.

Anunciaré el Pregón extrovertido de Manuel “el litri”, ser cabal e imprescindible en cada abrazo. Ser de risa fresca, real y acogedora. Así fue poniéndole frases a su Pregón, constantemente, hasta que le entró la prisa y se escapó a echar un cigarro sabe Dios a dónde.
El Pregón bailado de Gaspar el de la Agustina y el de tío Manuel “el triste”, el Pregón simpático y bromista de Tío Domingo “el corte”, el Pregón tan ingenioso y guasón que escribiera Juan el del bar; lo pregones sencillos y siempre emotivos de Silito “el aguacil”, de D. Emiliano, de Marcos, de Rubén, de Manolito Ruiz, de Manolito “muñeco”, de Manolo Acevedo, de mi amigo Silvestre, tan completo, tan amigo. ¡El fascinante Pregón de los ausentes!. A quienes les debemos tanta memoria.

También diré tu Pregón, el tuyo mismo, hermano presente, ese pregón personal e íntimo que desde toda tu vida has guardado y así no será el pregón de un extraño, que este poeta aunque adherido a la tierra por voluntad y por genética puede aún ser o parecer un extraño.

Para que así no sea (no merece la Madre ser pregonada por extraños mientras existan voces piedralberas), para que así no sea, cogeré tu gesto, la sonrisa de aquel, la calma del otro, la voluntad de la otra, la ilusión de otra más; cogeré de todos un poco para entregaros escrito y dicho en el lenguaje de la realidad, en el idioma de los ojos y de las manos y de los gemidos, el Pregón de todos los seres piedralberos que lo deseen, que deseen sumarse a esta declaración de amor hacia la Madre y hacia la tierra que esta noche pretendemos plasmar en los semblantes y en los adentros.
El fascinante Pregón del tímido, del infeliz, del torpe, del rico, del romántico, de la costurera, de la madre, de la maestra, de la hija. El Pregón de San Matías y San Sebastián a su madre del Alba, el Pregón de un médico en una noche de guardia, de una anciana en una noche de insomnio, de una madre en una noche de parto. El Pregón de las gentes que se amontonan para aminorar el dolor de otro cuando el dolor aparece, el Pregón de los geranios, de las jaras torcidas, de las palomas, de los enjambres, de los nidos, del tiempo, de la lumbre, de la misa. El Pregón fascinante de la libertad y del respeto.
El Pregón corto, una sola palabra, un adiós, un saludo, un recuerdo. El Pregón de los días de lluvia, de candela y silencios, tan habituales en el majano, la choza o el pajar; cuando ni las palabras pueden pronunciarse ni puede callarse la tos. Momentos de preocupación que ocupan tanto a la cabeza y se resumen en un “Piedras Albas, bendita”, y se enfría de pronto la destemplanza; y gorra puesta y a seguir andando.
Quizá muchos pregones muchas veces escritos en la mirada, en una mirada tan larga como penetrante, lo que se piensa en un lecho de muerte cuando alguien muy vencido se va a otro horizonte y deja una huella de amor tan inmensa como imborrable. Esos pregones que se habrán dicho Sonia y Águeda en la penúltima tristeza que le quedaba al día para apagarlo del todo y llevarse las claves de sus seres queridos y dejar un mar repleto de bondades, para que aquí a esa mujer, Águeda Macias, se le haya de seguir adorando como a una diosa del amor, que lo fue. El pregón de ellas, adscritas a la condolencia de la Madre primera, quien desde el Prado de Osma y desde todos los prados serena la vida para hacerla completa en sosiego. Es la virtualidad de las divinidades que cada vez las tenemos más cerca, en definitiva somos tanto de divino como de humano, lo habremos comprobado en infinidad de ocasiones, quizá también Sonia, de manera más reciente, más directa y más sentida.

Y tu Pregón, que me decías que nos rompieron mucha belleza del Prado de Osma, tu pregón dorado con rebeldía. Nos rompieron mucha belleza en el Prado de Osma. Nadie, lo sabes, nadie podrá restituirnos aquello que el tiempo o la indolencia han robado a nuestra mirada y a nuestro espíritu, pero que queda escrito en este renglón que te reserva la fortuna, tu inconformidad con las formas actuales que afean el Prado y queda dicho para que la desidia tenga fecha de caducidad de una vez y para siempre.

Diré tu Pregón, Pepito; el tuyo personal, de cómo se reza, se entiende, se respeta, se es amable y se ama desde tu pedestal con ruedas a quien le has puesto todas tus sonrisas y es como un músculo más de los tuyos como una arteria que te riega sabiduría y bienestar. A ti, buen amigo Pepito (el de los cupones, como te dicen), a ti te corresponde levantar la voz, izarte hasta la altura de Ella que no necesitarás mucho porque tú estás siempre en su manto, y desde allí, gritar tus fantasías, expresar tus ilusiones, decirles a Ella y a todos, que estás formando parte de esta alfombra celeste de escogidos que tienen cuenta abierta en los fondos sugestivos de la humanidad y de la divinidad; cuéntales, como lo haces conmigo, qué te alivia, qué te encanta; sé que nunca les dirás cuánto nos necesitas pero nosotros sí te diremos, lo hago público, cuánto te necesitamos, Pepito. No para compartir penas, solo para que nos sigas enseñando a vivir abajo estando siempre arriba y a que jamás se difumine el paisaje que tú diseñas en nuestro ámbito.
Somos de la misma manera de parto aunque de distinto equipo y no te puedo desear que sea el tuyo el que gane la liga. Gracias, Pepito, gracias por existir.
La voz mía para el Pregón cantado de José “el Palma”, tan dibujado en sonrisas y tan sonado. El Pregón tan activo de Miguel el maestro, que acude a todas las llamadas, abre todas sus puertas, entrega todo su entusiasmo. Y trabaja y trabaja por los demás, siempre por los demás.
El Pregón en Madrid o donde sea de Manolo Rivero y Ramona. El Pregón de Domingo el barbero, de Domingo Ferrera, siempre al compás de una guitarra y una silla. El Pregón universal e ingenioso de Angelito el de la Mariana, el Pregón de todos los hombres y mujeres de “La Burrilla” que están donde el alba empieza a la hora más castillejera que tiene el tiempo; el Pregón sin cansancio de Mariquilla la de la huerta del puerto, casi noventa años escribiéndolo, ese Pregón con atenciones de la familia Correa, el Pregón de mi amigo Juan Manuel Baquero a quien nada le impide ser tan enorme como sus abrazos, el Pregón melodioso y sutil de los Yañez, cuando tocan o cuando ofrecen; el Pregón Feria, que son muchos pregones a la vez. El fascinante Pregón de los presentes, quienes tanto empeño van dejando como huella imborrable de devoción y humanidad.

Intenté averiguar cómo puede decirse el Pregón de un mayordomo. Estuve con ellos, compartimos rato y mesa y entre jugueteos de los niños y emociones me contaron su Pregón, el Pregón sentido de Los Frescachones y Los Peralillos. Entonces ahora solo he de poner voz a sus sentimientos.

Comenzó el martes de Pascua o comenzó en la niñez; sí, comenzó en la niñez; ese gusanillo de tener un pendón en las manos se despierta al mismo tiempo que los ojos; es nacer y empezar a desearlo.
Cuenta Gema en su Pregón que se respiraba en el aire aquel martes una sensación distinta muy difícil de explicar, que Sonia y ella y Salvi se adelantaron y que casi no tuvieron que convocar a todos los demás. ¿Por qué no los cogemos?. Se iban acercando más y más a la Cruz del Calvario, pausadamente, con los signos de la fuerza brotando desde la palabra callada que solo repetía como un zumbido alegre la misma pregunta “por qué no los cogemos?”; ellas no adivinaban que las preguntas del alma no precisan respuestas en palabras, bastan los ojos, bastan los gestos, bastan las manos.

Sin advertirlo siquiera el aire había expandido entre los demás ese deseo penetrante y al poco, las más lanzadas y los más tímidos, estaban rodeando a la comitiva en procesión de emociones, unidos por ese resorte maravilloso y espiritual que es el poder de la ansiedad . Las mujeres se miraban en silencio, lloraban en silencio, miraban solo la cara alta de una Virgen penetrante que resumía el consuelo de toda una vida, de toda la lealtad de las personas de buenas entrañas y buena voluntad que se crían en estos gozosos parajes tan fértiles en generosidad y tan abundantes en sabidurías. Allí estaban los soñadores y estaban también los sueños, componiendo la simbiosis inalterable entre pasión y devoción. Parece que bastó con un solo grito de fuerza salido de todas las conciencias, de todas las ganas guardadas toda la vida de ese llanto sincero e incontenible.
Pero no fue un solo grito fueron incontables gritos de Vivas que ahora salían a la paz de aquel rellano del tiempo para romper las oscuridades y los tragos que fueran consigna de décadas para este manojo de nervios convertidos desde este momento en mayordomos de la Santísima Virgen de Piedras Albas, tantas veces Madre, tantas veces Protectora y santísimas veces invocada desde sus cuadernos de escuela hasta sus alcobas. Las bocas sorprendieron al aire pero no a la Virgen, que esperaba, con la misma sonrisa que una madre espera dar el beso al niño recién dormido.
Los hombres, aparentemente no enterados de aquellas divinas intenciones, estaban todos más cerca de lo previsto y se fundieron en el más nostálgico y viril de los abrazos, sin poder soportar dentro la lucecilla de las lágrimas, que caían por las caras y se bebían sin llegar a secarse para volverse a caer.
Ni yo ahora, ni en mil pregones más que diera ni en mil años más que recorriera con ellos esta senda vivencial, ni mil poetas más, podríamos describir con completa certeza las cosas que pasaron por allí dentro, por esos veintinueve corazones rotos por la emoción y henchidos por el delirio. Son cosas de tan adentro que jamás se nos permitirá relatarlas con exactitud. Mejor así, que quede siempre mucho para llorar y mucho para guardar que jamás pueda describirse.
Quizá ellos sí o quizá tampoco; es tan imposible como describir la fuerza interior de un volcán y ellos han sido y son volcán en plena efervescencia, de amor, de súplica, de entrega, de felicidad.
El volcán que eternizarán en su luz y será referencia exacta e inequívoca de la mayor experiencia vivida y compartida.
Los veintinueve mayordomos, trece mujeres, dieciséis hombres y veinticuatro niños, en pleno entusiasmo, en plenitud de agrado y solidaridad. Intentando hacer de la Romería la clave de la convivencia y del amor a la Madre de Piedras Albas una insignia de sus vidas. Así, con el resuello en el costado y puestas todas las solemnidades y todas las humildades en esta mesa grande de Albas, de Osma, de carros, de caballos, de peinetas, de cantes, de presentes, de futuros, puestas en fila de a veintinueve las emociones de los que están aquí, de los designados por el destino a elevar el volumen de la ilusión, desde la respetuosidad completa de Salvi hasta la inquietud de Gema o desde Domingo a José María, los dedos juntos, de todos, apoyados en el manto para que se oiga más certero que nunca el Pregón desgarrado de Sonia y Manuel después de dolerles la vida por los tantos sueños que se han llevado la desesperanza y el desconsuelo. Es el otro Pregón, el Pregón de las lágrimas menos preferidas, el Pregón de las horas sin límite, de las tristezas, pero es el Pregón de ellos, desde la incomprensión y desde la desolación humana, su Pregón de rebeldía y soledad. Convertir todo eso en generosidad solo podrá ser posible en ellos con el intenso valor que el alma dolida sacará para ofrecer a compañeros mayordomos su valentía, para estar con ellos mientras la Madre de Piedras Albas les cuida el sueño-niño guardado allá en sus creencias y en su amor.
Ahora estarán poniendo el sentimiento en todos los sentimientos de los veintisiete compañeros que aquí les representan. Sonia y Manuel no pueden estar en otro sitio que no sea este espacio de albor y emociones, en este mismo lugar que les reserva su historia.

El Pregón que aquel pasado martes de Pascua tuviera que decir Yolanda a su hijo recién nacido cuando le llamara la Madre desde el Osma eterno para hacerla mayordoma y ella no supiera contarlo al niño sin lágrimas.
El Pregón alegre y nervioso de Gema que sueña más ahora porque tiene las manos llenas de impaciencia al lado de donde se ha puesto su pendón de gracia, que comparte con Antonio, que los dos están desde entonces ensayando más felicidad.
Y el Pregón maternal de María José echando siempre una mirada a la Madre y otra mirada a sus niños, nada debe perderse en su atención. Antonio dice su Pregón pisando terrones, cazando su oficio de castillejero en cualquier barranco.
Aurora dice sus pregones desde la bondad, Jesús desde su culto al humor, Sonia y Manuel acuden a la devoción con una espina en la pena a pesar de su carácter cariñoso.
El Pregón alegre y jovial que escribe Yolanda; que vive, que proclama y que distribuye hasta que Tomás pone el gesto de simpatía en el suyo y se funden ambos en un Pregón que es también un beso.

El Pregón curioso que estará escribiendo Manoli, con sus sentimientos que parecen repartidos entre la Peña y Piedras Albas pero que al fin son del mismo rango, los dos a la Madre. El Pregón disponible de Juan José, para todo lo que otros necesiten.
Domingo lo escribe desde su silencio, desde su mezcla y su palustre dando siempre más allá de lo que se le pide.
José María se desliza por la suculencia de la bondad y recita su Pregón con un gesto que no tiene formas para ser escrito pero que le llega hasta el estómago a quien lo oye.
Salvi que tiene mil pregones en el pensamiento, mil sueños de Piedras Albas, mil vivencias, mil agallas y una voluntad irrompible para usarla en su innegociable amor a la Madre y a su defendida tierra. José Manuel le susurra un Pregón de complicidad y se realizan en tanta querencia.
Manuel pinta el Pregón, lo acaba cada día, lo enmarca y se lo esconde en el alma. Gema se lo entresaca a base de ternura, contándole quizá cómo la brisa de Ayamonte también puede entender y escribir en Pregón esta experiencia.
Sebastián es tímido, dirá que no tiene palabras para un Pregón, dirá que lo hagan ellos y calladamente se muerde la lengua y se enjuga el nudo de la garganta con un escalofrío y expresa un Pregón oculto pero válido.
Otro Pregón, otra Salvi, otra timidez consagrada a la paciencia; así lo recita, así lo vive, Domingo lo entiende y le asigna una sonrisa que también es un Pregón.
El Pregón hiperalegre de Juani, hecho aquí, despertado allá, compartido en todas partes, desde una medalla, desde un grito, desde una entrega inigualable. Y a su lado otro pregonero de locura a quien se le hacen las distancias deseos, a quien la tierra “jala” y disloca. Y es Juan Manuel experto ya en pregones de idas y venidas, siempre llevándose renglones nuevos, cada vez mejor escritos.
El afectuoso Pregón de María Rosario, hecho desde su dedicación a los demás, siempre sin cansancio, siempre con ganas de seguir.
El Pregón de Lorenzo, diseñado entre el tiempo y las obras, entre la expectativa y su realidad. El Pregón de Francisco José, siempre bondadoso y el Pregón de su Salvi con su timidez y su profundidad.
El lugar exclusivo de los pregones piedralberos, como desgarros y como desahogos de los hombres. Del hombre Manolo González Zamorano que se deja el pregón delante de la Madre capitaneando las procesiones que endulzan las encinas del Prado de Osma.
Te invoco Gaspar Hernández, tremendo en la dádiva, tremendo en la gloria, tremendo y penetrante en la amistad. Te invoco ahora que estás en este sueño vivo. Te invoco en nombre de ellos, tus amigos, en el nombre de tu Santa Madre de Piedras Albas, te invoco. Te invoco Gaspar tú también eres Pregonero, Pregonero Real de esta sabia tierra a quien tanta vida dieras, donde tanto amor derramaras. Te invocamos Gaspar tú también eres mayordomo.


Y otro sentimiento y otro más y otro hacia lo infinito de la verdad que reina en cada misterioso corazón sin una sola renuncia a ellos ni en intimidad ni en algarabía. El sentimiento del hombre plácido en expresiones y “jechuras”; de la mujer amante de las utopías y las caricias; de todos los seres que buscan una relación de concordia con el afecto y la bondad. Seres, no más allá que de aquí, de este terruño, de esta tela de araña que envuelve tanto, que tanto impone. Seres preconcebidos desde la fecundidad de la tierra y dotados de la perfección de un pájaro o de un mediodía. Seres que generan gratitud. A esos seres que van pregonando, cada cual a su manera, la importancia de vivir en el lugar deseado, que no es otro más allá que este., el lugar que pisan, disfrutan, divulgan y aman los seres que le viven y le ponen número imposible a sus casas para que nunca les marque el reloj la partida. Los seres que hacen este Pregón de ahora y todos sus pregones de todos los días, sin un esfuerzo, sin un pestañear, sin un desespero. El Pregón del lugar elegido, de las muchas piedras que lo forman y de los muchos tejados que lo guardan.

Este lugar, quizá muy herido por las turbulencias pero muy elegido por la mano bendita y excelsa de la Madre que preside el Alba y el ocaso de cada uno de ellos, con más atención que sus órganos o que su propia familia.
De este lugar, que prestigian el Pilar y Vistahermosa; del lugar este que se premia con el Chafariz y el Puente Nuevo.
De este mismo lugar de caballerías y caballeros, de caminos y de caminantes , de sonidos y de sonantas, de bocas y de vocablos, de semillas y de semilleros. El compendio de lugares estáticos que enriquecen el Pregón fastuoso de la vida; en el lugar de la calle Grande se sueña un pregón, se palpa un pregón en la calle Montes, se piensa un pregón en la Cruz del Gallo, se bebe un pregón en la Terraza, se descansa un pregón en la Cabeza del Buey, se reza un pregón en El Calvario, se desahoga un pregón en el Pocillo.
Y se viven y se aman y se gritan todos los pregones en el Prado de Osma. Mitificados lugares, únicos, entrañables e imprescindibles.
Lugares y sitios con alma, para elegir cuando se nace y llevarse en el morral cuando se muere.

Espacios nunca imaginarios, siempre activos, siempre vigentes, siempre nuevos, como si acabaran de inventarse. Espacios que tienen su identidad y su costumbre, su mirada y su paso, su querencia y su animación, pero todos, en común, pactan un testimonio perpetuo con Piedras Albas, todos los lugares, todos los espacios, todos los rincones, todo escondite, toda cueva, todo campo, todos poseen el espíritu piedralbero, desde los más insignificantes a los más notorios. Desde la iglesia con su historia e importancia hasta el último callejón perdido de la calle más perdida.
Estos espacios conservan un pregón en su estética y lo hablan y lo dicen con la misma naturalidad que el más listo de los seres humanos.
A veces lo oímos, otras se nos hace corto el tiempo y pasamos de largo y nos perdemos el fascinante Pregón de los espacios tan sobrados de piedralbía.
El Pregón imperceptible de la bolacha, alimentadora y generosa, producto de manos artesanales que han hecho con su exquisita humildad un mundo dulce a través de un sabor, un sabor tan especial como único. La bolacha aportó también su parte a la identidad del pueblo y mucho más aportaron las manos y el saber de sus hacedores. El Pregón apetitoso de Pepe Mora, creador de la bolacha, todo un hito, una genialidad, un arte; el azucarado dulzor de los alfajores que siempre aparecen en la mesa para los mejores momentos, la cadencia poética que dejan en la boca la caña de lomo y el jamón de este ámbito.
El sabroso Pregón de los productos estrellas que tanto alivian los deseos y que tanto contribuyen a que sea más perfecta nuestra alimentación. Ellos hablan en el sabor, pregonan sus excelencias y están en todos las mesas. Honor que les damos y honor que nos devuelven.
Al igual los hombres, las mujeres, los niños, todos, seáis pequeños o grandotes, rubios o morenos, maestros o aprendices…todos gozáis del espíritu piedralbero, de la esencia de ese espíritu que es un patrimonio identitario personal y solo transferible por la heredad de la sangre.
El sello grabado en el alma con aceptado fuego. ¡Mucho patrimonio! .
El Pregón vuestro, anónimo, como un lamento, como una queja, como una alabanza, como la mayor alegría. El fascinante Pregón del ser humano, rebosante de matices, de ungüento y de ternura. De la ternura de los hombres que lloran o de aquellos que nunca vieron una lágrima, no importa, cada pensamiento, sea religioso, fraternal o tosco, cada pensamiento es un gran Pregón; mucho se dijo ya y otro mucho quedará por decir. Todos serán boca, pasión y alma del ejercicio de pregonar en la historia de esta Pascua. Cada paso, cada voz, cada mirada, cada aliento, cada consuelo, cada jolgorio, cada forma de dar, cada complicidad, cada respeto, cada amistad, todo será Pregón, todo cabe en la Pascua de la vida para ensalzar a la Madre, para ensalzar a la madre tierra. Y el fascinante eterno y divino Pregón de la Santísima Madre de Piedras Albas.


Déjame tu sinrazón y tus desvelos,
déjame tus manos en mi cara,
la libertad que entiendes deseada,
tus desaires, tus delirios, tus defectos.
Quédate en la complacencia de mis credos,
quédate en el sueño que me falta,
en la espera que te ofrezco de mi calma
en las cosas que deseas con el tiempo.
En el rincón oscuro de tus miedos
seré la luz que al miedo espanta,
la Madre generosa que levanta
el pálpito de amor desde el consuelo.

Soy la Madre que no acecha ni te agobia ni te cansa ni se duerme sin que vengas. La Madre que te ofrece una sonrisa, aquella comprensiva que te llama y te espera por todas las razones que tú sabes, que sabemos.

Soy la Madre que vive en la infinita calle de la esperanza, en el Prado de Osma de tu alcoba, en la ermita de tu mesa, en el altar que tiene todos los números de todos los calendarios que has ido poniendo y borrando en tu existencia. Has pasado conmigo los días alegres que viví contigo. Estuve en la tristeza de la cama, contigo, cuando se nos fuera a la muerte nuestro ser más querido.
La Madre de los llantos perdidos en noches de extravagancias y desorden.
La Madre que retiraba tu copa del mostrador cuando ya eran muchas.
La Madre que acude a tu grito cuando es de dolor el trance y parece que todo el firmamento se viene encima.
La Madre consejera para el trabajo y atenta para el aseo.
La Madre que te cogió la mano aquel martes de Pascua para que testimoniaras con el Pendón todos los sentimientos que habías guardado y que tantas veces me habías dicho.
Era también la Madre en la ilusión de aquel sobresaliente en Matemáticas que pudimos celebrar con un beso, ¿te acuerdas?.
La Madre que bendijera con ánimos tu primer amor, aquella persona tan completa que te enamorara y que ahora es parte de nosotros, como la vida.
La Madre de los pronósticos, de los deseos, de los asuntos, de los inconvenientes.
La Madre, como servidora a tu disposición, siempre, con lluvia, con calor, con grandezas o con miserias.
Y también el Padre, soy el Padre de los silencios cuando alguna vez me mentías.
El Padre que quitaba importancia a tus descuidos.
El Padre a quien tantas veces encantabas porque ibas aprendiendo cosas del respeto.
También soy el Padre que jamás ha faltado un momento de tu lado, siendo tu guardaespaldas, tu amigo, tu compañero de paseo y tu lazarillo.
Soy el Padre-Madre que esta naturaleza ha designado para ti, para todo el transcurso de todas tus existencias en esta y en todas las vidas que los designios tengan establecidas.
El Padre-Madre de tu espejo, de tu barba, de tu vestido, de tu inconsciencia, de tu sabiduría, de tu bienestar, de tu lógica, de tu aspecto, de tus pies ligeros, de tu maravillosa forma de amarme.
Ese Padre-Madre convertido en héroe para tus conversaciones con los demás y otras veces en villano por una reprimenda o una disparidad de criterios contigo.
Ese Padre-Madre hecho a tu forma, a veces hermano, a veces luz, a veces tiempo, a veces compromiso y siempre honor.
Tu Madre, tu Padre, dos seres en uno que nunca elegiste pero que hubieran sido ellos si hubieras podido elegir.
Mas no me sientas de madera cromada ni de altar lejano, siénteme cercana a tu pecho como un sentimiento o una voluntad. Soy pulsador en tus oídos para atender la palabra, piel en tu cuerpo para recibir una caricia, uña en tus manos, emoción en tu alma para esta noche, para todas las noches que habremos de estar juntos como dos ingenuos enamorados que han encontrado la esquina perfecta donde besarse.
Y aquí estamos, tú y yo, formando núcleo de resistencia contra la desidia, contra la intolerancia, contra el desamor, contra la injusticia, contra la soberbia. Aquí estamos sabiendo que esto no es todo el mundo, que no somos los únicos, que existimos porque nos seguimos amando y que somos la necesidad que atrapa cada sonrisa o cada generosidad para añadirla a nuestro ideario.
Estamos tú y yo, completados en presencia por el suculento manjar de las amistades, por la vecindad, por el apego, por la unión.
Pero estamos también movidos por intuiciones y reflejos, frutos de la necesidad, ensamblados en una cuerda de realidad que nos degrada, nos alerta o nos encumbra; nos hace fuertes o débiles y nos hace llegar a la meta o quedarnos a mitad de camino. Estamos para llegar, habíamos salido juntos para llegar pero ha sido imprescindible partir, y lo hicimos juntos.
Con defectos, desafíos, malhumores, desánimos, pero lo hicimos juntos, hemos partido juntos a la vida.
Tú y todo lo que alcanzan tus sentimientos. Yo y todo lo que necesitan tus alforjas.

El Pregón iluminado se resume en una Mujer-Madre, se extiende al baldío, se agarra a la cuerda del cubo, se echa al pozo, allí queda mezclado con el agua y ya no es un Pregón es una retahíla de pregones, un reguero de sentimientos con bondades, corazón y vida. La máxima expresión inventada para transmitir la alegría.

Y en este momento único, en este instante de recogimiento nada falta. Está la Madre Santísima de Piedras Albas, está aquí en presencia de credo, memoria y evocación. Estamos los privilegiados invitados a este reino terrenal de felicidades y está más presente que nunca el enlace que nos une a Ella, en forma de amor.

Quise decir el Pregón que me inspiraba el tiempo, viviendo desde vosotros hacia mi propia gratitud y salió así de sencillo. Pensé en Ella, en vosotros, en los niveles de conspiración y complicidad que a esta tierra me enganchan. Pensé en la vivencia pasada, en la copa futura, en la fórmula de siempre para reír poco a poco este páramo que me atrapó dando yo mi consentimiento. Y me salió así de sencillo; disfrutado como un dulce y sentido como un beso.

Yo no supe venir con las manos vacías
y me traje lo que puede servir de recuerdo,
de mi tierra, un vagón con las ruedas dolidas
y los sueños podridos de filones de hierro.
La nostalgia que duele en las cortas, la melancolía
que deja el olvido en el paso del tiempo,
la tristeza del agua en las correntías
cantando sin ganas canciones sin versos,
el dolor del reloj y las vías
en aquella estación de raíles mugrientos,
el espasmo del aire y la fría
sensación que produce el miedoso silencio.
Y me traje, de una galería,
el herrumbre del cobre pegado en el suelo,
el olor del azufre, la tolva caída,
la dura pirita sin luz ni reflejos.
Me traje la noche que anuncia los días
en aquellos parajes que son mi universo,
me traje el sentido que tiene la vida
aunque huela la vida a tierra de muertos.
Ya no llora la piedra su herida
por la espada precisa del viejo barreno,
no amamanta de oro la mina
que de aguas se ahoga sin luz ni remedio,
ya no rezan los hombres esa letanía
que les daba la suerte y asustaba los miedos.

Yo no traigo a la Madre esta pena maldita
suplicando la paz o pidiendo consuelo,
yo la traigo en el alma dolida
y la llevo sellada con tinta de fuego
porque es un dolor que fatiga
y riega las venas como un triste lamento
y no puedo callarme, y me callaría
si otra vez sonara a barrenos, mi pueblo.

Pero traigo también causas de alegría
que no aplasta el luto todo el pensamiento
y no puede reinar la agonía
para siempre, que el dolor no es eterno.
Y traigo, para compartir, una guía
de propósitos, de mudas, de alegatos nuevos
que presentan de mi tierra la tarima
que enjuga el pasado con futuro de cielo,
de cielo en velada y color valentía,
valor engendrado en pecho minero
que el llorar es canto y el canto es un día
con las alas blancas y los labios prestos
a besar el destino con la fantasía
de un niño feliz que empuja el deseo.
De mi tierra traigo lo que me cabía
en el socavón profundo de mi sentimiento.
He de irme, quedan paisajes para cuidar y voluntades libres para continuar consolidando los credos de mi ideario como hombre. Me iré con mi oficio de ayudante, dejando una huella de voz, un corazón más apegado a este lugar, con la creencia de saber que este ahora que nos puso en ardores la forma de amar sea de corpulencia tan fiel como generosa y sepamos encontrarnos con toda la dignidad en cualquier lutón de la vida, nos saludemos en abrazos, hablemos del Prado de Osma, nombremos a la Madre y digamos amor cuantas veces nos quepa en el tiempo. Y Seguiremos pronunciando el eterno Pregón a la Santísima Virgen de Piedras Albas y a la amada tierra que tanto veneramos.
Gracias a todas las gentes antiguas y nuevas de El Almendro y de Castillejos. Así hicisteis otra vez honor en mi vida.
¡Viva la Santísima Madre de Piedras Albas¡.






Ramón Llanes Domínguez
Villanueva de los Castillejos
15 de marzo de 2008.











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