RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 13 de octubre de 2013

PREGÓN A ROCÍO. (BONARES)


PREGÓN A LA VIRGEN DEL ROCÍO.

HERMANDAD DE BONARES.


Para tí Santa María Salomé, anfitriona esta noche por pertenecerte el patronazgo de esta cuna y villa, mi primer eco de saludo.
Para tí Virgen excelsa del Rocío mi saludo amado porque a tí venimos a desmoronarte en besos.
Para tí ilustre Hermandad, para tí Presidente, para vosotros todos miembros de ella, mi mejor parabién, mi respeto.
Para tí Teresa Dominguez, Hermana Mayor de esta última romería del siglo, mi consideración como amistad, como enganchadora que has sido de mi voz a estos elogios benditos.
Para todos los rocieros de Bonares que componen caminos a través de la vida, también mis saludos.
Para las autoridades , para la representación eclesiástica, para los ciudadanos de este ejemplar pueblo al que tantas cosas me unen y me agitan, mi solicitud de perdón por atreverme a glosar lo que tanto está glosado.
Para tí, amigo presentador que has dejado notar que la amistad tiene aún secretos insondables que nunca descubriremos y que has dejado bien claro que lo nuestro es cariño en su acepción más pura, mi abrazo.
Y para tí calleja triste de Bonares, corchito de Bonares, para tí calle Salsipuedes, calle Faldriquera, para tí Cruz del Romero del 99, para tí hermana Mayor del Romero, para tí plaza y templete, para tí calle Larga, para tí Iglesia, para ti espíritu luchador de Bonares, para todo tú, mi postración, mi fuego admirativo, mis halagos.
Y hágase Madre la voluntad del Padre, porque ha caído la última luz de la última tarde de abril, ha sucumbido el último cartero del sol de hoy por entre los ocres mandatos de la viña; es la doctrina del destino en este condado de sarmientos, el remedio, la golosina de los hombres sumidos en la tierra como consignas.
El pueblo deja pozo lleno y abierto, constancia y reminiscencias, el pueblo es la dormida en las rendijas de abril, entre galopes, zajones, carros y recuerdos.
Admite Madre que haga acopio de sentires para un soñador que me precediera no en la palabra del púlpito sí en la devoción, que para él he hilvanado este pregón porque fue caballero de Rocío, tuyo, de andar, de espuelas y de brocal de tantas estrellas. Permítanme que al cabo de 13 años de su eterno sueño rociero en el cielo de la marisma un inacabado dos de febrero del 86, quiera yo dedicarle cosillas que le gustaran. A tí noble, leal, rociero y amigo Diego Martin Camacho,te entrego mi voz como tú me entregaste la amistad.
Y para tí tímida Tere, por confiarme tus anhelos celestiales, por tenerme en cuenta. Y para todos los que creen en la Madre, también para todos.
Henos aquí Madre del Rocio con pies de peregrinos confiando en un porvenir de paz que nos acerque al alcalde de carretas para una llevada a las plantas tuyas de la forma más humilde, con la sencillez aprendida en las noches de fogatas, en las promesas, en las idas y venidas a ese fin que eres tú.
Henos con el poema de la vida en los labios también rezando cuando arreglamos el caballo, también cuando nos vestimos, también cuando deshacemos nostalgias, también rezando cuando falta el afecto y sobran las copas. Henos, distintos, como luminarias insignificantes en el firmamento de las emociones, pero henos emocionados, cortando tropezones, inventando concordias. Pero henos también sin saber del amor, desprovistos de esperanzas, destrozados en el desconsuelo; henos traviesos, torpes, insolentes, intolerantes y olvidadizos; henos como hombres, con las miserias de hombres, con las calamidades de hombres; pero henos hoy, cayéndosenos un hilillo de baba por la comisura de los labios porque es tiempo de abril y pronto mayo, cenáculo de tí, alfombra para tantos esfuerzos.
Allá cuando las calles tornen en monturas las rejas que se aprietan en los balcones de Bonares un sumidero de volantes trepará los tejados limpios y alcanzará la semita gloria del Dios que ampara. Abrahán será padrino, Moisés señor de los pagos, David el predictor, María del Rocío la bondad. Allá, sembrado mayo de rojo fresón acalorado, irán niños de chaquetilla corta, sombrerillo, ilusiones, porque ese día no es de escuela pero sí de reconstrucción de ambiente en torno a una devoción aprendida. Ellos saben de tercios y cambian gritos de juegos por alabanzas. Allá por las cruces todas se rezarán pan y trabajo para las misericordias. Y los más en alturas de años dejarán las canas desenvolverse por la mirada del pasado, para ellos será la nostalgia la única sabia que les deshará los agravios. Otros pulsarán el reloj, cuerdas de prisa, reatas a lo rápido para antes llegar, si es que alguna vez se llega. Que no es el final el Corchito pero sí la primera estación de una penitencia de alegría que a solo tres pasos ha dejado la brizna del tiempo.
Es mayo por los serones y las acequias, por los campos que se quejan de soledad, por las palabras que hablen de Rocío, por el perdón del domingo, por la homilía, por las viandas, por las calderetas; es mayo, como si mayo no fuera otra cosa que el sitial de todos los paraísos de Bonares. También Rocío en Mayo y también los cánones de los siglos, en la Cruz, y también los preámbulos de un susto divino que es la aparición de la Madre; quizás en el rincón de la alcoba, quizás en la alacena. La Madre, las dos madres, en sus reliquias de humanidad, en sus atuendos de divinidad. Para un descanso la Madre, para un desavío La Madre, para un entuerto La Madre, para el regazo siempre la Madre. Una Rocío, otra Manuela o Jeroma o Salomé. Las dos, callejeras y diosas.
Aquí los colores que bordean las esencias innatas de la celebración que es comida aparte para los humildes, en este plasma sanguíneo de Bonares y las consonancias con los matriarcados ya ancestrales. Huele en la cornisa del mercado a flores de jinetas, en la plaza a dátiles precipitados, en la arena a impaciencia. Huele a cúspides de emociones. En grupas se asientan la mitad de los peregrinos, en ruedas la otra mitad y en la andanza el corazón entero.
Jalea el Simpecado un tufillo de tierra que arropa y acaricia, y se pega en el semblante queriendo alzar las caras al delirio, el polvo que trae al cuerpo el deseo de la partida. Es mayo, como tren de estaciones infinitas hasta la deidad, desde la deidad, acompañados de profetas, apóstoles, levitas, escribas, panaderos, mecánicos, transportistas. Tú, el otro, el sollozo, la casa, el umbral, la cocinera, el banquero, la tendera. Tú y todos, en una procesión de pluriempleos, hechos al canasto de amar, de amarse, de repetirse la satisfacción de la compaña. Que si no es así, la idea vale una mísera mota de polvo y el resultado solo será una meta de metro y medio. Que ni una piedra dará menos. El peregrinar es el éxodo a lo indeleble, a lo espiritual, a lo gozoso. Los peregrinantes, son los humanos defensores de una religión de adoraciones. En la marisma está el motivo del camino, del desvelo, una mujer en forma de paloma o una diosa en forma de mujer. El destino tiene migas de satisfacción, así lo creemos.

Incluir aquí la parte que figura en el otro disco.


Ajenos ahora a los mundanales ajetreos de la vida de afuera, tramito con vosotros la solicitud de un camino por los sitiales del pinar, revoleando vuestras añoranzas, acariciando la paz que la madre naturaleza nos obliga a vivir, burbujeando en el conversar a compás de trocha y tiempo, haciendo del carro una morada de convivencia, parando el aliento en la casa del canelo para rebuchetear otros vinos y picar en la suerte de todos los manjares. Solicito la mueca en el baile de dos rocieras de pocos años, un cante reinador del aire, una plegaria.
Y llegar mil veces a Ella, y volver mil veces de Ella, y estancarnos mil veces en Ella y aportar hasta los últimos extremos las cuentas de atrás y de adelante. Entiendo el mensaje de los refugios en las horas lozanas del peregrinaje cuando los pasos son razones de vida y acompañamiento. Un hombre que rezará en la arena, otro en la jaca, aquel en la fusta. Una mujer con la flor en el pelo, otra con rezos en la pandereta, aquella con los labios alegres. La oración es bien común en los ojos que anidan los “rocíos” y que se ennoblecen de tantos devenires.

Soy el torpe rezador que tú esperabas,
heme con la piel de la marisma
pausado en prisas,
pendiente de cualquier gesto que me llegue.
Soy el desapercibido número equis
de los mundos,
nadie siquiera tú y los míos me conocen.
Aquel de los gastados,
primer semblante de sorpresa,
es mi arena primigenia otra de más “jondura”,
aquel que llega,
le pongo acento al estribo que me llevo,
¿me hacía falta?.
Te nombro, te nombro, te nombro,
anuncio mi soledad con un equipaje de dos mil
peregrinos, te hago un pregón
que ellos me dictan.
Aquí ni pecadores ni santos,
gentes normales, de a pié, de la vida diaria,
hechos al cansancio y al placer,
confabulados para convencerte de nuestra devoción,
con límites humanos que tú comprendes,
con concesiones divinas que tú ofreces.
Nuestra respuesta es la súplica
desde antes de salir del Corchito
hasta después de llegar al Corchito,
una de esa oraciones sencillas
que nunca llegarán a escribirse en los libros,
una oración casi chapurreada,
casi con hipo,
casi a lágrima viva,
una oración múltiple, de Bonares,
una oración de cada uno solo.
Aquí buscadores de creencias,
creyentes por antonomasia ,por tradición,
iniciadores en la sublimidad de coger la mochila
y echar a andar,
principiantes en los rezos.
Aquí todos, tiernamente metidos en la consigna
del hermanamiento, de tu maternidad,
y extendemos la ternura,
montamos a la grupa del credo, Tú eres el credo,
nos acurrucamos en la doctrina del amor,
por tí, por la tierra, por los hombres, por todos,
por todos los todos de la humana estirpe, por todos los nosotros y los ellos y los de más allá.
Somos ya glóbulos rojos ganados a la estepa de eucaliptos
junto al reino de una retama amarilla;
dejamos una imperceptible huella de zapatos,
intentamos dejar otra esperanza;
nunca para ser restituidos postreramente,
sí para coadyudar al imperio divino de Rocío.
Cada cual y todos, Madre,
como piñas, como seres únicos,
cada uno a su forma,
todos los que aprendimos juntos
el presente que te ofrecemos
el futuro que deseamos.
Aquí, Rocío, en esta mendiga plegaria de novato
como súplica a la incorporación de tu nombre,
para asumir el primer venero
de la fuerza marismeña,
con la paz en los “reaños”,
con la verdad buscada, con el son abierto,
con el viento aliado,
con las manos en un “mi menor” de guitarra,
en la senda nueva de los rocieros.

Tiempo detente
que es tan grande el consuelo
que mi alma siente,
que duren mis anhelos
eternamente.



Y caerán las tardes amarillas
por el frente que da al río
y anunciarán mañanas en balcones
con rejas y bruces de caballos.
Sabor de un Bonares misterioso
enfrascado en lumbres de aromas, enumeración
penúltima de los recuerdos
que dejaran los cascos en la huella
que hiere la alfombra gris del suelo
por los pasillos adoquinados del vivir.
Y morirán días sin precio,
que nunca serán los elegidos,
morirán,para nacer zurriagos y cornucopias.
Solo pasar por aquí habrá sido el premio del día.
Y se restregarán los compromisos,
nada igual, todo ajeno,
nuevo todo, recién estrenado.
Bonares estrena alba, mediodía,
atardecer, emociones.
La Hermandad estrena novia Mayor
y se despierta Tere de un sueño de niña,
agradeciendo, agradeciendo;
no sabía otra manera de servir y entregarse;
los romeros estrenan también camisa y pronósticos;
el campo estrena paciencia
y una sequedad inoportuna, que se adelanta;
estrena trote la jaca, para lucirse;
estrena mirada el peregrino, oración nueva,
petición distinta, ofrenda.
Y Bonares estrena su complicidad,
estrena umbrales de reposo
y le pone a todo guinda de consentimiento.
Es la conspiración de la pureza con el medio,
con la cal, con los semblantes;
del medio con la fe;
de la fe con el hombre;
del hombre con Ella.
Complicidad que se estrena
desde el ardor al descanso
en apuntes de magnitud.
Es la voz de la sangre, que llama,
que atosiga;
la voz como empuje del credo mudo
que enloquece.
Ha tocado a Bonares,
en esta fiesta de un más allá
con nombre de Rocío,
sin precio a esta bula de privilegios.

Hágase ya el día, Señora,
hágase la luz al capricho de romeros,
hágase la mañana descalza de soberbias,
el brinco del potro, hágase;
háganse los pasos, las carretas, los vinos,
hágase el cuerpo a este crepitar de celos de marisma,
hágase lo de más ,Señora,
lo soñado, lo esencial, lo ganado,
hágase todo a esta suma
de Hermandad, de Hermana , de hermanos,
de rocieros, de hombres, de mujeres,
que sea como estrenar Bonres una Gloria.

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