RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

jueves, 24 de octubre de 2013

UN LEVE TOQUE DE RESPETO


UN LEVE TOQUE DE RESPETO.

 

        Nunca llegaron a entender el absurdo enamoramiento de ella; en casa hicieron vista larga por no practicar artes funestas e insidiosas, los padres tosían con pudor cuando fuera posible detectar otra presencia. Ella, compuesta y equilibrada, diplomas en el bolsillo por docenas, sentido estricto de la dignidad, generosa y ordenada, ganó su amor a costas de su hermosura y con la mujer que le entrara al fondo del espíritu con las máximas garantías . Empezaron vida privada y luego social, comparecían, (comparecen) al escenario de la calle haciendo valer su condición sin ocultaciones ni aspavientos, se creen lícitas merecedoras de disfrutar de la sociedad con el mismo derecho que el resto del personal, lo saben y lo ejercen.

          Anoche el restaurante presentó cierta concurrencia y a los postres se permitieron, ellas, ofrecerse un discreto beso entre la conspiración de sus armonías sentimentales y la fuerza del deseo aguantado. Aún subía el humo del primer cigarro cuando el maitre les invitó abandonar la sala donde consumían su trance; algún cliente presentó quejas por la deshonrosa actitud de las chicas y otros apoyaron la inmediata expulsión sin posibilidad de defensa.

          En situación así conviene hacer el más exagerado mutis no por la vergüenza sino porque a este tipo de establecimientos no se les puede otorgar ni siquiera los beneficios de la duda. Es normal, incluso que el propio señor que iniciara la propuesta cenaba en claro estado de amantía con amiga de todas sus intimidades.

          Castigaba quizá el uso de pantalones, la ausencia de carmín, el pelo corto, el beso amoroso, las protusiones varoniles o apenas el color del zapato; todo aquello castigaba la moral de los esquemas sociales tan fundamentados en las razones de lo bueno y lo malo. La otra relación, hombre-mujer, aún en calidad de furtivos, suponía para los presentes el valor enorme de la conquista en machihembradas costumbres imposibles de destruir. No había tiempo para más, saltar el umbral, cerrar la puerta con un golpe seco y besarse nuevamente antes de salir , esta vez con alevosía y descaro. Y lo hicieron en señal de una reivindicación sensata y honesta pero no había tiempo para más.

          La cena, a bien decir, fue poco sabrosa; el ambiente careció de personalidad y la decoración (paredes de azul mediocre, columnas imitando decadencias griegas, cortinas con flecos chillantes) recordaba el sueño de un encantador de horteradas venido a más después de su modosa tienda de vender comidas banales.

           Por otoño oscurece antes y la calle chispeaba lluvia, ellas volvieron sin remilgos y esta vez con carmín muy rojo sanaron su osadía con una réplica en la pared ante el asombro de los comensales. “Un leve toque de respeto”, escribieron con letras enormes en el salón principal del restaurante.


Ramón Llanes.

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