CONSUMIDORES DE
SUEÑOS
Aún
a estas alturas de la vida, con la longitud extrema, la altitud infinita, la
medida larga y los recuerdos acumulados, existen razonables dudas sobre la
exacta determinación de dos conceptos que persiguen los gráciles eventos del
gremio humano; no aparecen definidos los parámetros que identifican con nitidez
realidad y fantasía. Los ensayos sobre estos dos conceptos aportan innumerables
conclusiones que no vienen al caso porque de cierto el mundo se mueve
apaciblemente entre ambos sin desmerecer al primero ni acoger al segundo o
viceversa.
Por
este lateral de enero, con frío al trapo y abrigo al uso, se cuelan los cuentos
con sus cargas ruidosas de fantasía, se preservan sueños ingenuos, miradas
únicas, abrazos íntimos y emociones vestidas de ropaje mágico para
solventar acaso que es invierno o quizá
que la historia inmortalizara modos de realzar la vida. De ahí la proliferación
de invenciones amables que inyectan ese mínimo de estrés optimizado que produce
favores de sonrisas, otorga animosidad para continuar la senda y enseña una
expectativa que confirma la complicidad en el reparto de las actitudes
benignas. Es así: realidad y fantasía hechas desde la conspiración de los
deseos formando ese consumismo de sueños que tan celosamente conservan los
tiempos sin apenas defecto y con la virtuosidad de la sorpresa.
De
hecho vinieron seres a poner prendas en la ilusión y regalos en el alma y de
hecho el giro del globo olvidó magia en otros lugares; el capricho de la
extravagancia en la distribución de los sueños suele traer olvidanzas y
descuidos. Y de aquellos que duermen en la loa de una realidad desahogada
dependen los contratos solidarios para aquellos otros que la sueñan. Se echa en
falta aún mucha realidad para extender la fantasía o acaso a la viceversa.
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