ELEGÍA INMERECIDA
A Francisco
Martín Pérez “El Ligero” que se quedó dormido
soñando con
volver a su misión del trabajo, a donde nunca faltó.
Me pongo a
pensarte
y te recuerdo
fuerte y fiel, como la tierra;
las yerbas están
cortadas,
florecido el
rosal,
limpio el
jardín.
Me dedico a
esperarte
y te sorprendo,
cuesta arriba, hacia todos los cielos,
con aquel
cacharro al que llamabas moto
y que solo para
sustos te servía.
Han quedado con
buena poda los naranjos,
las macetas aún
preguntan por tí,
los gatos te
sollozan
y nosotros te
rezamos a manera de quererte.
De ser tan
sencillo como la misma piedra que trabajaste
has llegado al
infinito del afecto de todos,
a la admiración
de los vacíos de la atmósfera
y al respeto de
los compañeros de filones y barrenos.
Has llegado a
cubrirte de paz
con un manojo de
glorias merecidas,
por haber sido
sencillamente “hombre”.
Pero no
merecías, tan pronto, cerrar las manos;
el tajo te
nombra, la corta te necesita,
los hombres
cuentan, sin falsa modestia, tu voluntad,
y la vida podría
ser aún tuya.
Amigo Francisco
qué bien nos
expresan tus huellas
la bondad de tus
actos. Aquí estarán, en el pozo,
en las sombras,
en la cancela, en los niños,
en el lugar más
ardiente de nuestra alma.
Ramón Llanes 16.
enero 2013.
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