Así,
se me quemaron las manos buscando en mi cajón de derechos, aquellos que han
organizado mi vida de manera próxima y profunda; vida cierta, sin
versatilidades ni extrañezas; vida con un sobresalto de última hora que me
intenta limar derechos de la máxima madurez.
Ordeno los derechos con la jerarquía de
su grandeza, les asigno el etiquetado de importancia y les pronuncio el respeto
con todas las mayúsculas; a nadie es permitido -ni por evolución, inercia o
mandato- destruir o desbrozar los derechos innegociables que son el eje central
de las causas y el bienestar del ser humano. La vida exige una ilimitada
protección, desde los poderes públicos y desde la sociedad. La restricción en
los medios que sirven para el cuidado de la vida, -díganse prevenciones,
diagnósticos, atenciones médicas, atenciones quirúrgicas, medicación etc-
supone una merma con respecto al deber de protección debido. El derecho a la
vida, a la seguridad a la vida que cada cual tenemos inscrito, en todos los
términos de despliegue de dispositivos que incidan en su garantía, en todos los
conceptos que sean adecuados para conseguirlo, es un indeleble deber imposible
de eludir en democracia para quienes ostentan, -por propia voluntad y por
sufragio universal- el deber de su protección.
El cuidado de la vida desde su inicio, a todos
los ciudadanos, en todos los momentos, tiene que constituir un principio
inalienable para que su dedicación desprenda objetivos cumplidos de mejora de
la calidad de la vida física de cada individuo. El derecho a la vida no entra
en estas escalas a los efectos de competir, es el derecho por excelencia.
Esta opción ha dejado de entenderse en
los últimos tiempos y emanan desde los poderes públicos actitudes de
conspiración contra quienes ejercen el servicio al cuidado de la vida y contra
los elementos materiales que les son complementarios e imprescindibles para tal
servicio, con sobredosis de deslealtad y vulneración a los principios
constitucionalmente consagrados. No puedo dar a ello mi consentimiento y elevo
a la instancia mayor su mayor respeto y su inmediata rectificación.
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