UNA VIDA EN
EL TRANSCURSO DEL AIRE
Nací en un
descuido del destiempo
y al llegar
ya no estaban Cervantes ni Góngora,
sus
ausencias me limitaron el trance de vivir en la inspiración.
Encontré sus
libros escondidos y sus versos rotos.
De Lorca no
me hablaron,
de Miguel
Hernández dijeron rojerías,
de León Felipe contaban odio,
de todos apenas
extrañas referencias
y muchas
prohibiciones.
Me
conformaron con otros,
con
militares valientes que habían conquistado
tierras a
base de metrallas y saqueos,
me
insultaron las ideas de la búsqueda
con glosas de
oro al sistema opaco
hasta que me
creyeron adepto,
hasta que
temieron apropiarse de mis sueños.
Una parte
del destiempo
me unieron a
Juan Ramón por culpa de otro desatino
y fuimos
coetáneos en arritmias, líricas y locuras
sin que
observaran mi consentido desliz,
era torpe el
promedio burlón del medio absurdo,
corrían las
fugas de pensamientos
y se
escaparon con ellos ilusiones y rebeldías
en el
transcurso del aire.
Me libré del
refugio primigenio
y volví a
las andadas de la búsqueda
y encontré a
Neruda adormecido
haciéndole
versos tristes a la noche,
me tropecé
veces y veces con mi Juan Ramón nítido,
pusimos
juntos crisol al diezmo, amparo al pinar,
hondeamos la
arboleda en sus páramos
y en sus
soledades.
Dejadme
invocar a mis dioses,
les dije por
penúltima vez
y volvieron
a desoírme y les renegué con símbolos
versificados
como si quisiera prenderlos
en un poema
y quemarles las cadenas perpetuas
en los
viejos lagrimones de malvados.
Ahora soy
una parte de mis dioses
y a ellos
cultivo en los remiendos que pongo
a estos
versos que más parecen una vida.
Ramón Llanes. 9 enero 2019
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