ZAPATOS
Me pongo los
zapatos de invierno que algún alma caritativa dejara en el lugar de los regalos
con una buena dosis de complicidad de cariño; había escrito: “Deseo que te
encanten, son unos zapatos ligeros, te cuidaremos siempre”. Hoy he salido con
ellos y me han hecho el camino más corto, los zapatos me ayudaron a correr hasta
que un agente de la autoridad me advirtió que no está permitido andar tan
deprisa a no ser que se tenga causa urgente como una cita amorosa, tomar un
café con un amigo o presentar una reclamación por la falta de abrazos; lo
entendí e intenté desacelerar mi ritmo, no me fue posible, los zapatos me
obligaron de nuevo a acortar las distancias a base de un deseo interior que me
empujaba, me salvó que el policía se fue a otra plaza a buscar gente que
llevara la tristeza pronunciada y me dio más tiempo para disfrutar de mis
zapatos ligeros.
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