RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

domingo, 29 de mayo de 2016

CÓMPLICES

CÓMPLICES.
 
         Buscadores de cómplices, es la moda que prima un entorno a veces infiel, a veces drástico, a veces irreal, a veces violento y otras veces político. Se pirra cualquiera por un cómplice ¡lo que son las cosas¡, porque de este paso a la solidaridad va un trecho pequeño y menos de aquel a la amistad; todo puede ser. Hasta en venta se ponen los cómplices, a la orden del día.
         Pudiera no tener sentido la vida sin ellos. Un objeto nunca creado para controversias, se hace el cómplice- como objeto o como compañero- para amarrar en lo posible los secretos. Pero los secretos no siempre tienen valor para el otro, que se limita a guardar con responsabilidad y callar.
         Del cómplice al delator, del cómplice al traidor; surgen no solo las discrepancias también las confrontaciones y hasta las guerras. Las consignas que reciben las personas implicadas en la dicha o la desdicha, que de todo se da. Cumplir supone una heroicidad y defraudar siempre se acerca a la traición pero ninguna de las dos consecuencias deben ser pacto de violencias, porque guardamos y retenemos y otras veces olvidamos. Y el olvido también es un error en el contexto de la complicidad.
         En este corresponsal de tareas por todo el mundo la complicidad se desdice a diario, se maltrata a diario y los hombres se ajustan cada vez a moldes en los cuales la complicidad se queda en desuso para la envergadura. Para las cosillas pequeñas ser cómplices suena a poco. Prima mucho el morbo y todo se piensa en clave de estrategia como si siempre debiéramos estar preparados para conseguir algo o para ganar y utilizamos a los cómplices y los metemos en nuestros embrollos pero la mayoría de las veces no les hacemos partícipes de lo que nos sirvieron cuando habíamos llegado a la meta pretendida, recriminándoles la falta de apoyo si se fracasa.
         Y todo esto no puede tener otra lectura que la expuesta. Ahí y aquí estamos siendo cómplices de unos y teniendo los cómplices necesarios para nuestra diversidad de vida. No es bueno, tampoco malo, es sencillamente consecuencia de la inercia en busca de la eficacia a veces personal y otras colectiva.
         Se nos ocurre que precisamos cómplices cuando tenemos clara necesidad de compartir algo que nos sucedió fuera de la normalidad y echamos manos de la amistad luego somos dos y después más hasta que el secreto sea comidilla y empiece a crear desconfianza. No era eso la complicidad.                                      Ramón Llanes.

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