RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 7 de mayo de 2016

DISCURSOS

DISCURSOS.
            Qué fácilmente pronunciamos en estos momentos los discursos contra la guerra, qué propuestas tan interesantes nos inventamos contra la guerra, qué lindo es un pensamiento rebelde contra algo que sale del poder, qué lógica es la crítica contra la violencia y qué bien resulta, con eco, con aplausos. Cuando oímos el halago nos sentimos mejores, como si hubiéramos cambiado el mundo solo por unos párrafos en prensa o radio que nos acomodan en un pedestal de privilegiados.
            Y cuando la guerra acabe –y ha de ser pronto- haremos discursos sobre cómo debió hacerse, sobre los errores de la guerra, sobre las causas, sobre la demagogia de los políticos –porque nosotros escribiendo o hablando nunca somos demagogos-, sobre la eficacia de la guerra y muchos etcéteras.
            Resultará que entre unas cosas y otras – los antecedentes, la guerra y las consecuencias- nos llevaremos unos años más hablando y recordando la guerra, a nadie le interesa que se termine la conversación porque genera riqueza periodística y de debate en los foros principalmente televisivos. Pagamos el canon de la moda y nos tragamos todos los discursos del yo pienso, para seguir teniendo algo de qué hablar y olvidarnos de otros menesteres.
            Hoy, pues, renuncio a mi discurso sobre la teoría o la práctica de la guerra, ni siquiera debí comenzarlo. Hoy reivindico mi derecho a estar triste porque quiero, porque alguien a quien amo desesperadamente se me fue sin motivo dejándome un socavón de indigencia del que no soy capaz de salir, porque a mi amigo le tienen en observación por un problema de hígado con mala pinta, porque la incertidumbre de esta sociedad nos mata poco a poco, porque no somos siquiera capaces de progresar desde la armonía, porque me da la gana otorgarme un momento de tristeza.
            Perdona, amigo oyente, no quería prepararte un discurso y al final lo hice.
 
 
 
 
                                                       Ramón Llanes.

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