MI CUOTA DE PANTALLA
Es sabido que la
televisión crea conciencia, educa, entretiene e influye en los
ciudadanos, quizá porque tiene a su servicio todo el tiempo de vida
de cada humano y pervive 24 horas pendiente de nuestra atención; y
nosotros le prestamos confidencia, ansiedad y afecto porque está en
todo nuestro tiempo simulando cierta apatía por nuestros resultados
intelectuales y de conocimiento. Pero cada uno, usted, yo, su vecino,
mi prima, el fontanero, la tendera, el payaso, todos individualmente
poseemos una pequeña cuota de pantalla de la televisión pública
porque en ella hemos invertido para tenerla como ayudante a nuestro
entretenimiento, a nuestro progreso y a nuestra risa; todos somos
dueños de ella, sin distinción de edad, sexo o condición social.
Cuando uno se sabe
propietario de algo le molesta que no se trate ese bien como se
merece, no se admite que se le golpee, se le maltrate, se le utilice
para uso indebido, no es correcto que se derroche a través de el
nuestros preciados valores. Mi cuota de pantalla y la de usted y la
del albañil y la de la costurera y la de la madre les ha sido
otorgada -sin nuestro permiso- a los políticos de turno que cada día
y a cada hora la usan a su placer y la menosprecian usándola para
desmerecer al adversario e insultar a quien le venga en gana. Es así
cada día, nada importante les oigo, no entran en el juego de educar,
entretener u ofrecer conocimiento.
Yo quiero prestar mi
cuota de pantalla en las televisiones públicas a los docentes, a los
artistas, a los científicos, a los poetas, a los virtuosos, a los
sabios, a los excelentes cirujanos, a los investigadores y a todo
cuantos seres sean capaces de aportar positivismo, cultura, ciencia,
humanidad y arte o algo que nos sirva para seguir aspirando a un
mundo mejor; los políticos, con sus vanos discursos que se acuesten,
por ejemplo.
Ramón Llanes. 17 mayo
2016.
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