RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 14 de mayo de 2016

ROCÍO

ROCIO.
 
¡Cuántas preguntas tiene un Rocío¡, ¡cuántas respuestas¡. Es muy fácil especular con todo lo que rodea a esta manifestación mariana convertida en muchas cosas más según el cristal con que cada cual la mire y según el cristal con que cada cual la beba. Y es posible que quepan todas las respuestas a todas las preguntas porque todo es tan inmenso, tan suculento, tan expresivo, que cualquier opción entra y sale perfectamente en el panorama.
De lo humano y de lo divino, del aire y de la calma, del abrazo y del insulto, de la paz y de la indigencia. Del Todo y de la nada, del acá y del allá. El Rocío es un campo que propicia benevolencia, tolerancia, devociones, y también soberbias, orgullos y envidias. Pero no es tan importante lo que se pueda encontrar como lo que se pueda llevar, dependiendo la actitud colectiva de la actitud individual y esto es obvio.
Ha quedado el peregrino rezando en la retina nueva de las marismas, los bueyes arrodillados sin pensar que lo hacían, la copa compartida con un amigo de siempre, un beso encontrado como premisa para un amor que se vislumbra, un cielo con colores de esperanza, una hermandad abierta para una taza de caldo cuando arreciaba el frío, un cante en casa de alguien que te llamó para darte un abrazo, una emoción escondida en los labios y reventada en los ojos, un rato en la ermita observando a la gente que llevaba peticiones y sacrificios, otro rato en la arena viendo a otro alguien dormido: Y más allá los corazones de quienes amamos, el sentir general, la devoción, las lágrimas, la vida en un hueco de la fe. Ha quedado un manjar llamado Rocío, difícil de encontrar en otro mundo. Esa es una buena respuesta, ¿le parece?.
 
 
Ramón Llanes.

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