DÓNDE CABE EL AGUA.
De nubes oscuras sabemos más
de la cuenta, también de lluvia. Ha llovido desde el oeste mojando la ciudad
hasta saciarla, mojando las flores del jardín, los frutos del árbol y los
caminos, ha llovido como si nunca hubiera llovido. El campo cuenta su hartazgo
y pediría clemencia si supiera, los pueblos generan recursos nuevos para
amordazar el agua.
Así, hasta los poetas
preguntan ¿dónde cabe el agua?. Pero el agua no cabe en el espacio que le había
preparado esta circunstancia, el agua no cabe en el pozo, no entra toda en un
cuenco de la mano. El agua cabe en el tiempo, sabe que tiene tiempo para caber,
tiene para vivir todos los tiempos abiertos que vienen a la página del
calendario para hacerse útil y golosa como un niño. Ahora, lo sabíamos, era su
tiempo de llegar, pronto (de aquí a unos días) será su tiempo de buscar cobijo,
luego hará tiempo para quedarse, como los pájaros, como las rosas, como la
primavera.
Este revés del agua que ha
partido el sentido común viene a resumir su rebeldía; el agua rebelde más por
terca que por inconsciente. Pero es su tiempo y es el premio de la naturaleza
como reflejo de la bonanza que se acerca con ágapes y sonsonetes para que a
nadie parezca que la pena dura la eternidad.
Dicen los poetas que el agua
cabe toda en el tiempo, como nosotros.
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