RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

lunes, 9 de mayo de 2016

QUIJOTE


QUIJOTE.

 

 

Es año señalado por el tiempo para ocuparnos de la celebridad que ha supuesto la lectura del Quijote en toda esta historia más grande o más menuda de nuestra patria común. Me enseñaron en la escuela los ingleses a leerlo y no pude entenderlo del todo, casi llegó a aburrirme tanto libro cervantino, tanta importancia y tanto Sancho con cara de botarate. Estos dos personajes nos trajeron a las manos un mundo ficticio, imposible de remendar a nuestra costumbre. Estábamos ensimismados, ya digo, en la lujuria y el boato de los ingleses, mientras ellos obligaban en esta y otras literaturas. Aquello se convirtió para niños de mi edad en un trajín de fútbol, ingleses y Quijote. Algo de todo se nos quedaría, ahora que lo pienso, o quizá todo o del todo la parte más ingenua.

Se me viene a la memoria la incomprensión de la lectura hasta que se me metían los relatos por las inseguridades y a Sancho recurría para limitar el sofoco o la cordura. Allá, por la mina, el personal dedicaba su tiempo a trabajar mucho y aprender lo preciso, viviendo de Sancho más de las veces y de Quijote los más idos. Me quedé con la copla de las preferencias de la gente o de la simulación que algún otro practicara en su escondite para no ser Quijote, estaba mal visto. También ahora; ¿dónde están los quijotillos de esta era?. No los encuentro, no encuentro quien no sepa de hipotecas, mapas, rentas, alquileres y vicios. No están, se quedaron en la lumbre del tiempo, en la melancolía. Y nos hacen la falta que los dioses, que los alimentos, que la vida; más que el subsidio del paro y que la subida de los intereses, y tanta falta que las flores.

 

 

 

 
                                                           Ramón Llanes.

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