RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

jueves, 16 de enero de 2014

CAPARRÓS


CAPARRÓS.

Vino de una nada sin justificar por mor de rocambolescas causas deportivas y por la avidez de un presidente listo acostumbrado a pescador. Y llegó a esta tierra de una parte de sus ancestros a descubrir el consenso en la disciplina y el orden, que ya habían estado por estos lares pero dormían en otros ejidos; para destapar un venero de utopías que guardaba en sus tarros pequeños sin querer enseñar. Era Caparrós hombre más bien al uso de la costumbre de Onuba: serio, humilde, tímido, honrado y con cierto espíritu aventurero. Con dichas virtudes a veces es dificil conseguir el triunfo pero a él le importaban otras metas.
Vino Caparrós a la farándula de los goles de Huelva a meter los máximos y que los mínimos le metieran, a hacer camino de entrenador de hombres, a suplantar las ironías de los desesperados que se cansaban de segundas divisiones en sus escalas más bajas y a conquistar alguna vez la efemérides del éxito aunque fuera a costa del fracaso de otros. Vino, sencillamente.
Ahora levanta su vuelo a otro nido, dicen que a villas reales que le esperan como mesías para el éxodo a las tierras prometidas que quizás pierdan o para hacer nueva enseñanza de los mandamientos de goles que allí parece también olvidaron. Y nos deja con la boca abierta derribados por la huída sin susurrarle que aún le seguimos necesitando para las tareas sin acabar. Nos deja con un estadio huérfano de él, con un equipo hecho a él, con unas premisas moldeadas por él, con una mar tan grande llorosa por él. Y a su pesar nos deja; su camino es largo y Huelva acaba en la orilla. Nos deja como si solo se tratara de un viaje a ninguna parte para echar amarras en este puerto allá en otros julios venideros, porque los premios onubenses aún no se los lleva.
Y habrá dejado goles que supuraron las esquinas de las escuadras de algunas metas y satisfacciones de esas que se gozan en las tabernas y se halagan con la presencia en el estadio y resurrección del amor a los colores y constancia y tesones y amistades nuevas. Que así parece mejor nunca marcharse porque las cosas nunca se acaban de acabar y los lazos se van apretando mucho más al corazón y cuesta la misma vida hacer las maletas y decir un adiós que nunca se desea.
Aunque solo para dos horas viniste Joaquín y para dos horas o poco menos te vas. Pero el tren que te lleva tiene consignas de vuelta, conoce tus propósitos de vía ancha, sabe de los sueños que no has soñado y te guarda la almohada hasta este o miles de amaneceres más. Aquí, atentos a tus goles de banquillo, estaremos disfrutándolos contigo, cerca o lejos de La Plana, cerca o lejos del césped de tus querencias, pero, a sabiendas de tus pensamientos constantes para esta cuna, te esperaremos. Tu casa no es lejanía del sur ni falta que te hace, tu casa tiene marismas en la ventana y salitre y colombinos caprichosos y picaporte de marinería. ¡Anda patrón, ordena pronto la partida para que más pronto sea la vuelta¡.



Ramón Llanes.
(lo escribí hace tiempo, no sé cuanto)

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